martes, 21 de febrero de 2012

Decime Google

"El que avisa, no traiciona". Estoy pesadamente filosófico. Bienvenidos a la mente de un filósofo.

Soy de la primera camada que egresó del secundario con esa modalidad que a los argentinos nos duró unos años, importada de España (donde también había fracasado), a la que le pusimos Polimodal.

Para el Polimodal, ya a los quince años podías elegir una especificación general sobre la cual quisieras enfocar los últimos tres años del secundario. En el colegio había tres posibilidades de especificación: en ciencias económicas, en ciencias exactas o en ciencias humanas.

Quizás sea un accidente estadístico, quizás no. Pero repasando las caras de la foto de todos los compañeros con quienes compartí los últimos tres años de Polimodal, veo la diversidad, enorme, de elecciones de vida/profesiones/caminos/viajes/etc. de todos los que elegimos estar "en C", en Humanas.

Y muchos caminos quiere decir muchas búsquedas. Parece que todos estábamos buscando algo. Evidentemente, buscando algo distinto: un camino particular. Respondiendo a una vocación específica, única, personal. Después de todo "vocación" viene de vocare, que en latín significa llamado. Y los llamados pueden ser colectivos o particulares, pero es siempre uno el que decide responder o no a eso, personalmente, desde sí mismo. Pero, más allá de la diversidad y de las diferencias, desde profesionales hasta axiológicas, ¿buscamos realmente cosas distintas? ¿qué estamos buscando?

Creo que la única forma de "ser en el mundo", es la de buscar. Incansablemente, respondiendo a ese deseo interior por saber, por vivir, por ser. (Yo avisé que estaba muy filosófico...). Que no quiere decir que considere que hay cosas que son de una determinada manera y no de otra. Simplemente, describo un estado interior frente al mundo. El mundo no me alcanza.

Personalmente, nada me satisfizo de manera definitiva, nunca. Incluso aquellas verdades que considero inamovibles. Necesito más. No me colman, no me aquietan, no me alcanzan. Vale preguntarme, a mí mismo, entonces, ¿sos feliz? Y sobre todo, ¿qué es la felicidad? Quizás tenga que ver con la quietud del alma y con estar en paz. Contemplando, extasiado, lo perfecto. Estar quieto es no buscar, es estar bien en dónde estás. Entonces, aunque suene horrible, yo no soy feliz, no del todo. No absolutamente. Y creo que nunca lo voy a ser. Voy a un clásico, a un cráneo enorme, Aristóteles en la Ética, que escribió para su hijo: "la felicidad es ciertamente una cosa definitiva, perfecta y que se basta a sí misma, puesto que es el fin de todos los actos posibles del hombre". Me hago cargo, no siento esto. "Dirijo mi vida hacia", que no es lo mismo que "estar". Que no quiere decir que no esté contento, razonablemente satisfecho, muchas veces tranquilo. Es otra cosa que está picando ahí, más adentro.

Me vuelven esos recuerdos del Camino de Santiago, del peregrinar, del sentirme la imagen viva de una vida que camina, que busca, que no encuentra por más que avanza, que sigue, que sufre, que se alegra, que celebra, que llora, que extraña, que pierde compañeros, que encuentra nuevos, que se cuestiona todo, varias veces.

Y alguno quizás, ya escandalizado, se pregunte por Dios. San Agustín, otro gigante, lo decía así: "Nos has hecho Señor, para Tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí". Pero mi conocimiento de Dios y mi encuentro personal con Él también están atados a mi propia finitud, a la limitación de mi capacidad cognitiva y afectiva. Lo conozco y quiero desde mi humanidad, falible, chiquita e incapaz de conocer lo inasible. En otras palabras, por eso soy tan religioso, porque mi búsqueda nunca se agota, necesito más. Tal como si quisiera escudriñar cada rincón de un galpón enorme con la sola luz de un fósforo. El misterio es demasiado grande como para que pueda entenderlo, jamás. Y como esa visión que me da el fósforo, particular y concreta, no me alcanza, sigo buscando esa quietud, esa paz, eso que decidí llamar felicidad. Por lo que dice San Agustín, quizás no lo encuentre de este lado y tenga que esperar, porque el encuentro verdadero se da después del gran salto. Definitivamente, habrá que esperar. Y seguir. Buscando. Siempre.

Lo bueno, me parece, es que no estoy solo. A Bono le pasa lo mismo. Chupate esa mandarina. Aunque creo que somos muchos, muchos más que dos...