jueves, 22 de enero de 2015

Carta abierta a CFK (sobre la muerte del fiscal Nisman)



Excelentísima y no muy estimada Presidente, Cristina Fernández de Kirchner. Considerando que es Ud. una asidua usuaria de las redes sociales, he decidido enviarle este ¿breve? (el uso de los signos lo copio de Ud.) texto con algunas impresiones personales y críticas constructivas. 

Hay un viejo dicho que se le atribuye a Groucho Marx, pero que parece que es original de M. Twain, que dice que es preferible quedarse callado y parecer estúpido, que hablar y despejar toda duda. Yo no sé quién la asesora, si es que Ud. necesita ser asesorada en cuestiones de imagen (imagen personal que, nobleza obliga, hasta hace unos días seguía siendo muy buena para un sector considerable de la población), pero la están asesorando, francamente, mal. O quizás, como insinúa Graciela F. Meijide, está siendo Ud. asesorada por los enemigos (o, más grave aún, por H. Timerman); cosa que no me parecería ilógica considerando la cantidad de amigos, que luego fueron sus enemigos, que volvieron a ser sus amigos nuevamente, con quienes finalmente se terminó de enemistar, que ha tenido a lo largo de su vida pública. Qué se le v´hacer, son los vaivenes de quien ve la política de manera maniquea. En fin, debe ser difícil vivir aislada en el poder sin saber en quién confiar ni a quién creerle. Créame que la compadezco.

Volviendo, digo que la están asesorando mal, en mi humilde opinión, porque criticable o no criticable, Ud. y su marido esquivaron bultos importantes durante sus años de presidencia en la soledad del sur (las tragedias de Cromagnon y de Once, por citar dos que fueron y siguen siendo particularmente dolorosas). Cuando la sociedad reclamaba estadistas que aportaran seguridad y paz, simplemente desaparecían ante la inmensidad de estos problemas y la cara la ponía otro. No tenían que hacer malabares imposibles, como Scioli. Simplemente no estaban. Y la verdad que mal no les fue. 

Sin embargo, algo cambió. Después de ser acusada por el fiscal que investiga la causa de la AMIA hace 10 años (fiscal que puso su marido durante su presidencia, ¿se tratará, acaso, de uno de esos agraciados/desgraciados que cayó en la dialéctica de amistad/enemistad? Quién sabe... no es fácil preguntarle ahora a un suicida/no-suicida) de dirigir el encubrimiento de los culpables del mayor atentado de la historia argentina y de que este fiscal falleciera, en circunstancias "dudosas", el día anterior a presentar las pruebas ante los legisladores y representantes del Pueblo de esta Nación, ha optado Ud. por hablarnos, a todos, a través de Facebook y Twitter. Citándola, permítame decirle que pensé -aunque lo hice en español, pero prefiero la cita original ya que, como explica en su carta respecto al inglés, la economía de vocabulario tiene sus ventajas-: "Oh my God, it´s too much!" Pensé eso por el medio que Ud. eligió para hablarle al Pueblo argentino: necesitábamos, idealmente, una conferencia de prensa, pero nos conformábamos con una cadena nacional. Su carta no era tan larga, como explicó Aníbal Fernández, como para que la usara. Recuerdo con mucho cariño la cadena de 3 horas, muy didáctica por cierto, cuando nos explicó el afano de Papel Prensa por parte de los medios hegemónicos durante la dictadura. Esos sí que eran chorros y se quedaron con lo ajeno SIN hacer uso de la circular 1050 del Banco Central ni de otros mecanismos institucionales de los dictadores genocidas. Ante todo, ¡Verdad, Memoria y Justicia! El medio, en el fondo, es un medio. El problema mayor se presentó cuando leí la carta... Y más complejo me resultó todo cuando leí la segunda carta, publicada hoy. Groucho Marx, o Mark Twain, tenían razón: a veces es preferible el silencio. Dice Ud. que la denuncia del fiscal llegó a sus manos al mismo tiempo que al resto de los argentinos y que eso es un saludable signo democrático. Sin dudas, pero más saludable hubiese sido que el fiscal viviera para hacer su presentación ante el Poder Legislativo. Bueno... ¡no nos quedemos con los detalles! Es imposible satisfacer a todos. 

Lamentablemente, como dijo la fiscal Fein, no había rastros de pólvora en las manos de Nisman. Y hay que admitir que es raro dejar una lista de supermercado para el Lunes, cuando uno el Lunes planea estar muerto. Ni hablar de pedir prestada un arma cuando se es dueño de otras dos, una de mayor calibre -a veces el tamaño sí importa-, o de enviar fotos de escritorios cargados de resaltadores y textos, signo de la preparación de una presentación que no se tiene planeado hacer. Coincido con Ud. y me sumo a su convencimiento (el de 80% de los argentinos desde el principio -que serían algo así como todos los habitantes de nuestro suelo, exceptuando a los funcionarios públicos y empleados estatales, dentro de los cuales cuento a periodistas, comentadores de internet profesionales y a Alex Freyre, que no sé bien cómo catalogar y sería una mezcla de mal gusto de todo lo anterior): no se trató de un suicidio. "El suicidio no es suicidio" podría, tranquilamente, ser una máxima hegeliana o una estrofa del Indio Solari, un poco más Nac&Pop. El punto, Sra., es que Ud. era la primera acusada de encubrir a un régimen semidictatorial y un tanto teocrático por un atentado terrorista... Y el muerto que la acusaba no se suicidó. Qué problemón. Quizás, digo, sería bueno que su próxima carta (si ya usó Facebook y Twitter, la podríamos divulgar por Instagram o por Pinterest), nos explique a todos, con sumo detalle, porqué Ud. no tiene nada que ver. Y que aporte todas las pruebas necesarias para su efectiva defensa. Los datos de exportaciones, etc. no sirven de mucho porque el fiscal alcanzó a explicar, con sus últimos suspiros, que el pacto había caído en desgracia porque somos tan ineficientes que necesitamos ayuda hasta para delinquir. Lamentablemente, recae sobre Ud. un manto de tremenda sospecha. No alcanza con tratar de embarrar la cancha "involucrando" al PRO (vía Moscariello) o al multimedios Clarín (ya sea por sus tapas en el diario homónimo o por las actividades comerciales de algún directivo ignoto): hay que hacerse cargo. Ya que está en ese plan y como Ud. bien dice: "los socios comerciales, a diferencia de la familia, sí se eligen", sería apropiado que hiciera algunas aclaraciones en ese sentido... Insisto, no sé quién la asesoró, pero ¡Ud. se mete sola en cada una! ¿Será aplicable, también en Argentina, eso que se escucha en las películas del imperio: "todo lo que diga puede y será usado en su contra en los tribunales"? Esperemos que no... Sino, no se preocupe, está Burlando. Perdón por la familiaridad, Burlando es un abogado, no la cagada de risa que se están pegando del pueblo hace años. 

Aprendo de los mejores, por eso, al igual que en su carta, gusto de ir mencionando temas que no tienen nada que ver y dando consejos que nadie me pidió... Vuelvo al asunto de este fiscal presuntamente suicidado/asesinado. El hecho de que el Secretario de Seguridad, máximo responsable -de hecho, porque nadie sabe quién se sienta en el sillón de Ministro en ese ámbito- de la seguridad del fiscal, haya entrado al departamento antes que la jueza, no hace más que multiplicar nuestras dudas. No ahondemos en el organigrama, pero ¿los sectores acusados son los mismos que los que se suponía que debían proteger al fiscal? La lista de irregularidades es demasiado extensa como para enumerar cada cuestión en esta carta. Pero sabe de lo que le hablo. Hay mucho para aclarar. Ahora que ya dio la cara, mi no muy estimada Sra. Presidente de mi sí muy querida y estimada Patria, lamentablemente va a tener que aclarar todo; garantizar la investigación a fondo (o "a full", como prefiera), tanto de las acusaciones de Nisman como de su dudosa muerte; habilitar el juicio de los iraníes prófugos; romper relaciones con el país de los asesinos (especialmente ahora que ya no necesitamos con tanta urgencia el petróleo, que nos faltaba a causa de la no-inversión que siguió a la aplicación de políticas de subsidio y energéticas incorrectas, durante la gestión de su esposo); crear comisiones de investigación; pedir el desafuero de todos aquellos que no pueden ser juzgados por estas cosas; entre muchas otras cosas que sus ¿buenos? asesores deberían recomendarle para demostrarle a todo el mundo, al Pueblo argentino (único y verdadero soberano) y sobre todo, a Ud. misma, que vivimos en una república y que lo nuestro es una democracia en serio. 

No la aburro más con esta carta, Dra., porque la apremian responsabilidades mayúsculas y no quiero que pierda tiempo leyendo una carta en Facebook. Aprovecho para desearle un muy feliz 2015, que, como vemos, ¡arrancó con todo! Atentamente,

Santiago A. Sena

miércoles, 21 de enero de 2015

Contra la Jihad, Filosofía

Fides et Ratio, una carta Encíclica escrita por Juan Pablo II en el ´98, comienza afirmando que "la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Fe y razón son, por lo tanto, no sólo inseparables, sino complementarias. Esta premisa, que parece muy alejada de la realidad social y política actual, tiene tremendas implicancias para la vida en común y la forma de entender las relaciones con los otros en los ámbitos religiosos. 

Para la teología católica la fe supone (y eleva) la razón y es lícito interrogarse respecto a la racionalidad de la fe. Dios nos dio la razón y es, análogamente y en cierta medida (la medida de nuestra capacidad, dada por nuestra naturaleza), inteligible. Si bien Dios es infinitamente más, en toda categoría, que cualquier conceptualización racional, podemos captar algo de ese misterio prácticamente inasible: se puede conocer algo de Dios racionalmente. La fe, por tanto, no es un dominio ajeno a la razón ni es algo irracional. Considerando estas afirmaciones, la escolástica cristiana, cuyo mayor exponente es Santo Tomás de Aquino, tendió puentes entre la filosofía clásica griega, la tradición cristiana y el mensaje bíblico. Gracias a esta "helenización" de la fe, el cristianismo descubrió que no actuar racionalmente (según nuestra naturaleza, con prudencia, con justicia, etc.) es contrario a Dios, por citar las palabras de Benedicto XVI en el (en mi opinión, injustamente) denostado discurso del Santo Padre en la Universidad de Ratisbona en el 2006. 

Si bien la escolástica tardía debilitó la síntesis entre fe y razón lograda por sus predecesores, los gérmenes de este pensamiento ya estaban presentes, en general, en la tradición cristiana. Más tiempo le tomo al cristianismo hacer carne estas ideas en su obrar concreto y mundano. Por este motivo, porque una cosa es saber y otra cosa es hacer, Juan Pablo II pidió perdón en el año 2000 por muchos errores históricos de la Iglesia. La Iglesia, una institución conformada por hombres, muchas veces había tenido comportamientos que suponían un "anti-testimonio" y eran, francamente, contrarios a la razón y a cualquier principio ético universal o religioso. 

¿Qué tiene que ver esto con la relación entre fe y violencia? Una de las raíces de la violencia religiosa (no la única) está en el fideísmo que excluye a la razón. Si la fe es un ámbito irracional, la conversión y el obrar en general en cuestiones religiosas, quedan exentos del análisis racional, que no debe entenderse ni reducirse solamente a racional-científico. Todo es justificable en nombre de la fe, incluso la violencia. Obrar "irracionalmente", transgrediendo los límites de la razón, queda justificado y explicado desde una mirada que el no creyente no puede comprender. El fideísmo que acepta la ultra-trascendencia de la divinidad, lleva en sí los gérmenes de la intolerancia y la incomprensión, de la hermenéutica literal de los textos sagrados y de la aceptación muda y acrítica de los mandatos religiosos. Y esto, en los tiempos postmodernos, choca grandemente con la forma de vida de las sociedades occidentales.

Algunas ramas del Islam podrían explicarse a la luz de estos conceptos. La aceptación acrítica y la "incuestionabilidad" absoluta de los mandatos heredados, la interpretación literal de algunos pasajes del Corán, la intolerancia hacia quienes piensan, creen, sienten y viven de manera diferente a la propia y, finalmente, la violencia irracional justificada en pos de un ideal superior que no puede ser comprendido con la sola luz de nuestra razón. Obrar irracionalmente no es contrario a la fe para estas ramas del Islam. Y justamente allí aparece una oportunidad para el mundo musulmán, hacia la construcción de una paz duradera en el largo plazo: la filosofía. Nuestras armas: las palabras y los conceptos, los razonamientos de la lógica y el debate. Contrapuesto a un universo de verdades impuestas, la paradoja, la incertidumbre de la doxa y la pluralidad de las opiniones. Y que se entienda, no es la crítica furibunda de una filosofía que permanece ajena al misterio religioso, sino la estructuración conceptual armoniosa de la filosofía, al servicio de la interpretación más fiel del mandato religioso.

Las mismas armas se deben utilizar no sólo para el islamismo, sino para diversas corrientes del cristianismo no católico que poseen la misma aversión a la disquisición filosófica y a la helenización de la fe y se apoyan en un fideísmo extremo que excluye a la razón de su identidad religiosa. Quizás así, no sólo logremos un mundo más tolerante religiosamente, sino también más civilizado, en el sentido clásico del término.

martes, 20 de enero de 2015

El silencio de la verdad

"Sólo sé que no sé nada", más que una máxima socrática, es la descripción más fidedigna del sentimiento de todos los argentinos desde el domingo a medianoche. Alberto Nisman, el fiscal que hace sólo unos días había acusado a la Presidente, al Canciller, a un diputado nacional y a dos referentes sociales ligados al poder, de encubrir a los culpables del mayor atentado que sufrió la Argentina en su historia, murió en circunstancias que generan dudas en la opinión pública. Nisman ya no está: fue silenciado para siempre.

Cuando las instituciones no hablan, cuando no hay respuestas claras a interrogantes fuertes, cuando un manto de sospecha, complicidad o encubrimiento rodea los acontecimientos, cuando un tufo a injusticia se apropia de la opinión de las personas, y cuando no aparece de manera evidente y clara la obviedad de la verdad, no saber es el sentimiento más cabal. Y cuando no se sabe, empiezan las opiniones y las interpretaciones. Hay ruido.

En general, lo que sucede es que la muerte causa estupor, dolor, sorpresa y recogimiento. Causa silencio. Frente a la inamovilidad incuestionable de la ausencia, callamos. Respetamos. Nos recogemos en la quietud. Silenciamos las broncas, bajamos la guardia, escuchamos, pensamos, acompañamos o lloramos. No hacía falta ser radical para respetar la muerte de Alfonsín ni kirchnerista para bajar la guardia cuando falleció Néstor Kirchner. Es natural reaccionar así.

Pero cuando en vez de chocarnos con la irrefutabilidad de una verdad evidente como la muerte, reina la incertidumbre, esa ausencia se convierte en todo lo contrario: en frustración, en debate, en movilización, en bronca, en hermenéutica, en caos. Frente a la duda, búsqueda de respuestas. Frente a la ausencia de respuestas, la exigencia de que aparezcan los responsables y aquieten nuestros reclamos. Un poco como el Lunes en Argentina, donde estallaron las interpretaciones, los medios, las redes sociales y las calles.

La sociedad no va a acallar su frustración, salvo que se de una respuesta cierta y verdadera. De la misma manera que no calla aún frente a la injusticia irresuelta del atentado a la AMIA ni, yendo más atrás, al destino de muchos compatriotas que siguen sin aparecer. No puede haber quietud, paz, justicia ni silencio, allí donde no hay verdad. Mentir, o interpretar facciosamente (no veo la diferencia con mucha claridad), lejos de aplacar, rebela y enoja.

Nisman fue silenciado, quizás, porque poseía evidencias que iban a deshabilitar el debate, que eran tan ciertas y evidentes que no iban a posibilitar interpretaciones disímiles. Nisman fue silenciado y nos dejó a todos más lejos de la verdad y, por tanto, más lejos de la paz, la justicia y la quietud del silencio. 

Seguiremos inmersos en el ruido de las interpretaciones hasta que no se muestre qué es lo que pasó. Otra vez, somos espectadores de un teatro cuyos protagonistas hablan una lengua desconocida y cuya interpretación final nos es esquiva. Ojalá algún día conozcamos la verdad. Sólo así vamos a poder silenciar la pasión y Nisman va a descansar, finalmente, en paz.

miércoles, 7 de enero de 2015

¿Cómo convivir con el Islam?

¿Es posible convivir democráticamente con quien no comparte los fundamentos de la democracia?
¿Cómo se juega un juego donde los participantes usan diferentes reglas, simultáneamente?
¿Hay valores esencialmente democráticos que excluyen de la democracia a las personas que no comulgan con ellos? ¿Se debe renunciar a la propia identidad para alcanzar un parámetro de vida en común y consensuado? ¿O se debe afirmar la identidad de cada uno como a cada uno le plazca y exigirle a los demás que la respeten y toleren?

En concreto, en un país democrático, abierto, igualitario: ¿cómo se gestionan las identidades individuales y colectivas? ¿Debe el islámico debilitar su identidad para adaptarla a la forma de vida de un país europeo? ¿Debe el cristiano negar algunos de sus dogmas para evitar el choque con algunas formas de vida contemporáneas? ¿Debe el judío entender que algunas de sus costumbres son, a la vista de los ojos del hombre postmoderno, anticuadas e, incluso, "mutilantes"? ¿Debe el occidental laico, escéptico, crítico, o lo que fuere, dejar de ser irónico respecto a las creencias de los demás y limitar su libertad de expresión? ¿O debemos, todos, aceptar que cada uno tiene su forma de vida específica y respetarla? ¿Eso incluye respetar lo que consideramos insostenible, como la desigualdad entre hombres y mujeres, en nombre de una forma de vida diferente a la propia? Y si eso es inaceptable, ¿cómo convivimos con quien piensa diferente? Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Imponemos nuestros valores? ¿Toleramos la intolerancia? ¿Cuál es el límite? ¿Imponer nuestros valores no implica dejar de ser lo que somos? Y, sobre todo, ¿cuáles son nuestros valores? Ni siquiera pudimos ponernos de acuerdo respecto a eso. La libertad como bien absoluto termina por imponerle a todas las identidades un debilitamiento de lo propio en función de un consenso común. La libertad como bien absoluto es, además, una identidad determinada que se camufló de exigencia universal para la convivencia, pero no deja de ser eso: una identidad más, entre otras. No es una conditio sine qua non para la vida en común. Es una postura ideológica fundada filosóficamente en el relativismo. Llamemos a las cosas por su nombre, sino, no nos vamos a entender nunca.

Mientras tanto, un par de asesinos mataron a doce personas, quizás trece, de una revista francesa que era punzantemente irónica y políticamente provocativa. Los mataron por las cosas que publicaron. Los mataron por pensar como fueron educados para pensar y expresarlo con libertad. Los mataron por jugar dentro de los marcos y límites de la democracia. Quizás los mataron por ser occidentales, si es que estas cosas definen lo que somos. "Vengaron al profeta", si es que el profeta, acaso, hubiese querido ser vengado, pero esa es otra cuestión. Chocaron dos paradigmas, dos cosmovisiones, dos formas diametralmente diferentes de entender, sentir y vivir en el mundo. ¿Pueden, acaso, convivir? ¿Cómo?

En el contexto de estos acontecimientos, la respuesta a todos estos interrogantes es urgente. Y necesaria.

En mi opinión, el problema no son las ideas, sino las personas. Existen católicos, judíos, islámicos, escépticos occidentales, hinchas de Boca, homosexuales, zurdos y fachos tolerantes, inclusivos y abiertos; y también existen personas con esas mismas creencias y formas de vida que son intolerantes y violentos. La solución a los problemas de convivencia no pasa por negar las identidades particulares, sino por educar afectivamente a las personas.

Construyendo sobre esa roca, quizás se haga realidad la afirmación según la cual el amor es más fuerte que el odio. 

"El amor es más fuerte que el odio"