martes, 5 de julio de 2011

De bebidas, infusiones y otras yerbas

En casa decimos "tomar el te" aunque rarísima vez alguien elija esa infusión a las cinco de la tarde. Se nota que no es una costumbre muy nuestra, al menos de los Sena. Quizás si nuestro apellido hubiese sido Smith, Johnson, Brown, Davis, Poe o Miller hubiésemos honrado más ese mandato cultural que suena angloparlante. Pero no, somos los Sena. No tomamos mucho te y la verdad que, personalmente, el te "de las cinco" mucho no me dice. 

En la India tomé masala chai (en hindi, te) a lo pavote... A veces lo extraño. Es una mezcla de te assam con leche, añís estrellado, jengibre, canela, clavo, pimienta.  Tiene un gusto único y especial. Cuando hace un par de meses Pablito Brandi me hizo ese te en la casa de Rata, cerré los ojos y viajé. Estaba allá (no acá). Es increíble como ciertos olores y gustos te pueden golpear la conciencia a recuerdos. 

Estudié muchas veces con café y con Coca Cola. 

A la mañana mil veces desayuné un café con leche. Ahora "de más grande" caliento una taza entera de leche y revuelvo media cucharadita de café, una lágrima de café. En invierno me gusta mucho el submarino, será que nunca pienso perder el alma de gordo...

Sin embargo, de las muchas infusiones y preparados que conozco, la que más me gusta, por lejos, es el mate. No sólo porque es industria nacional (y popular). No sólo porque las hojas de la yerba mate surgen en las cuencas de nuestros ríos y son el fruto del trabajo de nuestro pueblo. Tampoco porque sea una infusión que nos vincula a nuestros verdaderos pueblos originarios, esos que sí habitaban nuestro suelo. Me gusta, principalmente, todo lo que implica y aprendo del rito del mate. 

Al mate hay que curarlo, como a la mayoría de las cosas lindas de la vida. La calabaza necesita su tiempo y su cuidado. No la corras. Que si la respetás, después ta da muchas alegrías. 

Caliente agua, pero que no hierva. No seamos extremistas. 

Termo listo, mate listo. 

Frenemos la pelota, todo lo bueno necesita preparación: la yerba a tres cuartos del mate, agitada "boca abajo" así el polvillo sube y no te tapa la bombilla (nada que me guste más que sacudirme las manos y oler ese aroma único al polvillo del mate a medio preparar). Acostás un poco el mate así la yerba queda a 45 grados y pones un primer chorro de agua no muy caliente. Dejalo un ratito. Otro chorrito. Ponés la bombilla, cebás un mate y arrancamos. Qué lindo...

Y la vida sigue. Pero el mate me obligó a frenar la pelota. 

El mate se convida. No es para egoístas. Te abre al otro. Muchas veces me ofrecieron "un café", pero en mi vida alguien me ofreció un sorbo de su café o de su té. No digo que sea ni mejor ni peor. Simplemente pienso en que es más "para mí", en dónde me siento más cómodo y más yo. El mate abre un vínculo y una charla. Te ayuda a romper el hielo y a bajar las defensas. Recomiendo que prueben discutir con mate. Hace más difícil enojarse, comprobado. El cuento de la gripe A hizo que anduviéramos con alcohol en gel, nos laváramos las manos tantas veces como el obsesivo Jack Nicholson en "Mejor Imposible", pero, por suerte, no logró que dejemos de convidarnos mates. Los argentinos, con todas nuestras cosas, no somos tan individualistas como a veces nos pensamos. Nos seguimos preocupando y vinculando, de las formas más diversas y hasta sin darnos cuenta, con ese que tenemos cerca. 

En muchos lugares no se puede tomar mate. Mejor tomate un té o un café. Pero mate no porque es símbolo de haraganería. Touché. Puede ser. No lo niego. Te abre a la charla, te hace frenar el ritmo. Es que hay cosas que mejor tomarse con un poco más de calma. Quizás sea cierto, pero en el fondo, las actitudes frente al trabajo dependen de uno, no de lo que uno toma. Yo trabajo mejor con mate, discutímelo si querés, pero es cierto. Conozco mejor a mis compañeros de trabajo. Relaciono conceptos e ideas en esos ratitos en los que me cebo o convido el próximo. Descanso, sí. No me agito como cuando me tomo un café, que me termine haciendo doler la panza. ¿Viste? Produzco más y mejor si me tomo esos ratitos. Al final, pienso más en mi tarea, me siento más descansado, conozco mejor a mis compañeros y me siento bien... ¿Por qué no dejás tu café y te sumás a la ronda?

Qué linda costumbre la del mate. De eso se trata la Filosofía las más de las veces, de volver a maravillarse de lo cotidiano y a resignificarlo para volver a disfrutarlo...

A vos, ¿te gusta el mate?

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