sábado, 21 de marzo de 2015

Sin celular

Nunca me imaginé que en una situación límite, como la de un asalto a mano armada, alguien me pudiera hacer una pregunta tan profunda y conmovedora:

- ¿Cuánto vale tu vida?

Como es imposible interpretar sin contexto, resumo: estaba sentado en el auto intentando sacar plata de un bolsillo demasiado hondo mientras Guadalupe, un poco nerviosa, pensaba que enviudaba a menos de una semana de empezar a llevar anillo. Salió un billete de diez. No me pensaba morir mirando a Manuel Belgrano. "¿Acaso vale diez mangos? Dale o te cago a tiros". Si hubiese salido un billete de 50, con la cara de Sarmiento, qué se yo, al menos hubiese sido un final más poético para un educador...

Estaba extrañamente calmo. No me volví loco, ni tuve miedo. No lloré, ni reaccioné. No nada. Me concentré en obedecer. Ascéptico, frío e indiferente. ¿Resignado? ¿Inconsciente? Me frustró más el vacio institucional y policial; las jurisdicciones arbitrarias que inhabilitan a un oficial a cruzar una vía; la incapacidad de respuesta inmediata, que el hecho en sí. Me puso más nervioso el intento posterior de Guadalupe de controlar una situación incontrolable que el haber sido despojado de algo propio. Más allá de los sentimientos, la pregunta sigue estando ahí, aquí, ahora: ¿Cuánto vale mi vida? ¿Cuánto vale la tuya? Qué buena pregunta.

No se trata de cuantificar porque si me diera por resultado un número, calculado en función de un montón de variables económicas, sinceramente me daría lo mismo a nivel subjetivo. Es cualitativo el asunto porque la respuesta es existencial: ¿cuánto significa? ¿Cuánto la valoro? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cómo mido, yo, ese valor?

No tuve la suerte de ver mi vida como en una película que pasa en segundos. Lo mío es siempre más trabajoso. Después de cenar acaecieron los recuerdos y el instinto inconciente que me llevó a mirar mails viejos: desde el 2003 en adelante. En el 2006 un speed con vodka salía 8 pesos. Ocho pesos... Por eso no hay que cuantificar la respuesta, o sino me dan la respuesta en dólares, viejo.

Y el viaje virtual, de casi cuatro horas, no fue nostalgia. Fue un lento transitar hacia la gratitud. Hacia descubrir que la vida me malcría. Que la viví BIEN porque la viví querido, lleno de proyectos, posibilidades y alegrías. Que los malos momentos, mirados desde acá, pierden toda vigencia. Que el dinamismo que sigue convocando es el del perdón. Y recién ahí, sólo ahí, lloré. Y no de miedo.

No sé cuánto vale mi vida, pero el servicio que me brindaste sin intención, caco de Belgrano, armado y nervioso, es francamente impagable. Por eso, a vos también te agradezco. Tu pregunta me valió mucho más que un celular y 300 pesos (de 2015).

¡Salud!

PD: no intenten ubicarme en el celular...

No hay comentarios:

Publicar un comentario