viernes, 1 de abril de 2011

El comienzo de la vida y el aborto

Estoy en contra del aborto. Y no lo negocio. Les explico porqué.

Para llegar a esta posición -quienes me conocen, lo saben- evalué críticamente todas las posturas y opiniones, tanto a favor como en contra. En algún momento, mientras estas ideas debatían fervientemente en mi cabeza y en mi corazón, llegué al punto de entender porqué este tema moviliza tanto y con tanta pasión a todos los que lo tratan. El motivo que encuentro es que todos defienden un valor que consideran irrenunciable: unos, la vida; los otros, la libertad. Los primeros, están convencidos de que ese que se aborta es un niño por nacer, cuya única diferencia con el nacido es la que le dan el tiempo, el desarrollo y la nutrición. Se distingue un niño por nacer de uno recién nacido como se distinguen un adolescente y un adulto: tiempo, desarrollo y nutrición. Son igualmente personas e igualmente humanos. Los segundos, ponen en duda el ser personal de ese por nacer y defienden a rajatabla la libertad de esa mujer, que tiene el derecho a poder elegir sobre su propia corporeidad. Al no gestar una persona, lo que lleva dentro es una parte más de sí y está autorizada a disponer de su propio cuerpo como mejor le plazca. Por esto, me parece que el centro del debate se tiene que enfocar en si hay o no vida desde la concepción. Si esto pudiera definirse, la cosa sería simple. Si hay vida, no puede ser lícito el aborto, nunca. Si no hay vida, se trata de una operación moralmente lícita de pies a cabeza, sin importar mucho el motivo que empuje a una persona a abortar o las circunstancias específicas que rodean cada caso particular (violación, minoridad, discapacidad de la embarazada, etc.).

La cuestión es que nadie sabe bien desde cuándo hay vida. Hay quienes dicen que desde la concepción el óvulo fecundado ya tiene la cadena completa de ADN, gracias a la cual ya es posible, incluso en esa instancia, determinar cómo es ese niño por nacer al que sólo le faltan, de nuevo, tiempo, desarrollo y nutrición. Por el otro lado, hay quienes afirman que no hay vida hasta los 14 días, hasta que el óvulo se implanta, hasta los tres meses y así. Para agregar confusión al asunto, el máximo exponente de la tradición cristiana, Santo Tomás de Aquino, sostenía que la materia se va informando progresivamente, por lo que no hay vida humana desde la concepción. Umberto Eco, especialista en el Doctor Angélico, disfruta especialmente de citar este "horror" del Aquinate.

De nada sirve, para justificar mi posición, que relate la vida del Dr. Nathanson, el mayor promotor de la legalización del aborto en los Estados Unidos, quien más tarde en su vida, para demostrar que el feto no sufría al realizarse un aborto, filmó una de estas operaciones. Este video se conoce con el título de "el grito silencioso" y fue el que lo llevó a dar un giro copernicano en su posición sobre el tema, para convertirse en uno de los más férreos opositores de la práctica. Después admitió que para ser más persuasivos a la hora de proponer el tema, los promotores del aborto inflaban los datos sobre embarazos adolescentes, abortos clandestinos, mortandad materna relacionada al aborto, etc. (Es curioso que los promotores del aborto en Argentina digan que se practican 500.000 abortos ilegales por año. En diez años, desde el último censo, eso sería equivalente a 5.000.000 de personas. Lo llamativo es que desde el último censo nuestra población aumentó solamente 4.000.000 de personas, contando inmigración: pasamos de 36 a 40 millones. De esto se desprende, entonces, que en nuestro país se abortan más chicos de los que nacen... Algo huele muy mal con estos números. De todas maneras, de nada sirve que les diga que se repite la estrategia que se usó en los ´60 y ´70 en Estados Unidos, basadas en la mentira y no, como decía el General, citando al Estagirita, "en la única verdad que es la realidad"). De nada sirve que les recuerde que de todas las facultades de la UBA que se manifestaron a favor del aborto el año pasado, la única que lo hizo en contra fue la de Medicina. Tampoco hablemos de los daños psicológicos que sufren las personas que abortan, ni de las posibilidades de esterilidad que las diversas operaciones acarrean. Y no hablemos de estas cosas porque no convencen a nadie y porque no hablan del tema central y del que depende todo el debate, que es, ¿cuándo empieza la vida?

Los argumentos a favor tampoco toman en cuenta este tema, privilegiando otras cuestiones, como los derechos de la madre, la inoportunidad de un embarazo y de una vida en determinadas circunstancias y en casos específicos, etc.

Podemos discutir por siempre sobre cuándo empieza la vida. Siempre habrá científicos dispuestos a "demostrar" que la vida empieza (o no) en la concepción (o no), según los intereses que defiendan (o no). Incluso suponiendo que existe un científico cuyo único interés es el de conocer la verdad por la verdad misma (quiero pensar que sí existen), como el trigo y la cizaña crecen juntos, la voz de este "científico sincero" sería una más dentro del universo de discusiones, voces, gritos y posturas (todas científicamente demostradas, claro -aunque contradictorias-) que existen sobre el tema. En otras palabras, probablemente esta sea una discusión eterna porque hoy no existen los medios técnicos que acallen toda posibilidad de disenso y que causan, por tanto, que por el momento no sepamos si hay o no vida desde la concepción. Como no podemos esperar eternamente porque la cuestión apremia, ¿qué hacemos?

De todos los argumentos que escuché a favor y en contra, hay uno que me sigue pareciendo, por lejos, el más persuasivo y es "mi caballito de batalla" en este tipo de intercambios de ideas. Me limito a reproducir ese razonamiento.

Quienes cazan se rigen por un principio general según el cual no disparan hasta tener la certeza de que aquello a lo cual apuntan es la presa que están buscando y no otra cosa. Es que claro, se puede tratar de un animal cuya caza esté prohibida o, peor, de un ser humano. Los cazadores lo saben: no se dispara hasta tener la presa en la mira y hasta estar seguro de que la presa es aquello que vinieron a buscar y no otra cosa. La vida humana merece que tengamos este tipo de consideraciones porque es infinitamente valiosa. No podemos actuar de manera tan imprudente que optemos por disparar sin saber si eso que movió un matorral es un animal o un niño. Sería no sólo imprudente, sino también sumamente negligente (y otras cosas peores quizás también). Análogamente, no podemos legalizar el aborto si tenemos la fundada duda de si hay o no vida desde la concepción. En caso de que no la haya, quizás compliquemos algunas circunstancias sociales para algunas familias en particular. En caso de que sí haya, estaríamos cometiendo un genocidio ("qué exagerado". No, en España, sólo en el 2008, se practicaron más de 115.000 abortos. Si hay vida desde la concepción, cuadriplica el número de personas que se deben asesinar para que la matanza se considere un genocidio. En diez años la tasa de aborto creció un 115%, por lo que queda claro que cuando una práctica se legaliza, voluntaria o involuntariamente, se la promueve).

Como no sabemos, no disparemos. No podemos disparar... Ni siquiera cuando las circunstancias específicas de un caso en particular nos partan el alma. Todas las vidas humanas son valiosas.

El riesgo de asesinar un ser humano nos debe llevar a tomarnos la cuestión con la seriedad que el tema merece. No podemos legalizarlo "y después ver", porque corremos el riesgo de llevarnos por delante la vida de miles de personas.

Si alguien tiene un mejor argumento, que lo presente. Pero que no apele a fotos de bebés ensangrentados y descuartizados (cosa que considero de muy mal gusto) ni solamente a los derechos de la madre (cosa que considero ofensivamente simplista). Hablemos de la vida y de si hay o no vida en el que se gesta en el seno materno.

Por último, soy de los que están en contra del aborto, pero a favor de la promoción integral de la mujer. No me gustan esas posturas según las cuales se tiene un interés heroico por defender la vida del niño por nacer pero una indiferencia hiriente por la madre que, en muy difíciles circunstancias (por su nivel de ingresos, por su edad, por las circunstancias que rodean su embarazo en particular, porque tiene que abandonar sus estudios, etc.), tiene a su bebé. La sociedad tiene que acompañar y defender la maternidad. En vez de luchar "contra el aborto", yo lucharía "a favor de la promoción de las mujeres que luchan por tener a sus hijos". ¿Cómo? Con lo más simple: ayudándolas con una línea de pañales baratos, con incentivos económicos para las embarazadas y madres de sectores marginales, con acompañamiento terapéutico para las familias cuyo embarazo es consecuencia de una violación, etc. Hay mil cosas por hacer en este campo. Habría que trasladar esas ganas de defender la vida a una mirada más integral, donde se promocione la vida en su conjunto y no se obligue, simplemente, a traer un niño a un mundo "invivible". No nos olvidemos que ese niño no sólo tiene el derecho a la vida, sino a una vida digna. Hay que trabajar también por eso. Sería genial y un signo de una sociedad madura ver trabajar a todos en pos de este proyecto: a quienes están a favor y a quienes están en contra del aborto. Porque si tanto nos interesan los derechos, el de la vida, el de la libertad o el que sea, empecemos por los derechos de quienes tenemos al lado en situación de riesgo.

3 comentarios:

  1. y que pensas en el caso de que si la mujer tiene el hijo hay una gran probabilidad de que la madre muera?

    ResponderEliminar
  2. a proposito, muy buena reflexion y opino lo mismo que vos sobre el interes que hay que ponerle a las mujeres, mas sabiendo que son las desprotegidas y confudidas en estos casos

    ResponderEliminar
  3. Sólo dejo una reflexión. No existen los conflictos de derechos. Cuando existe derecho a algo, no puede existir el "no derecho" a eso al mismo tiempo. No se trata, exactamente, del "mi derecho termina cuando empieza el del otro", porque ese aforismo, analizado profundamente, es técnicamente errado, pues los derechos no tienen "límites externos", sino que son delimitados por su propio contenido esencial. Se trata, por el contrario, de la reformulación de ese principio a partir del postulado básico de la lógica del principio de no contradicción: no se puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista. Es decir, cuando hay derecho, sólo podrá haber "mera apariencia" a otro derecho, supuestamente en conflicto, es decir, un mero "interés", pero no un derecho a que alguien haga lo contrario o pretenda lo contrario. Repito: no se puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista. Es una cuestión de lógica y, debido a su directa referencia a la cuestión del ente, del ser, también de la metafísica. Entonces, cuando hay Derecho a la vida, no puede haber Derecho a la privacidad de la madre, a disponer de su cuerpo o, más directamente, al aborto. Lo que hay es un mero interés que sí puede entrar en conflicto pero, por ser un mero interés, no puede avasallar el derecho al que se opone. Si partimos desde este paradigma, todo es más claro. El problema es que partimos de incomodidades, tragedias, problemas que sufre la madre que, por cierto, generan un interés en el aborto pero de ningún modo un derecho al aborto. El derecho al aborto no existe. Lo que sí existen, en el Derecho positivo, es la justificación de ciertas prácticas de aborto excepcionalísimas bajo la fórmula de la doctrina del doble efecto pero, precisamente, son excepcionalísimas. Repito de nuevo: no se puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista; no puede haber un derecho a la vida y un derecho a la no vida al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista.

    ResponderEliminar