martes, 26 de marzo de 2013

El poder de una idea

"¿Nos queda algún tema en la agenda?" - preguntó la Ministra a su secretario, ese tipo de máxima confianza con quien no tenía secretos. "Los planes. Ud., Ministra, tenía una idea para comentarle a los referentes barriales" - respondió. Es que una Ministra tiene muchos temas en la cabeza y necesita, sin dudas, de gente de máxima confianza que la ayude a organizar la demanda infinita de cosas que se esperan de ella.

Los planes sociales. Esos planes que no iban a repartir en orden de necesidad, sino de afiliación y confianza, desnaturalizando el fin de los mismos planes y del mismo Estado. Desnaturalizando a los beneficiarios de los planes y, finalmente, degenerándose, o desnaturalizándose -que en este último caso, son sinónimos- ellos mismos.

Esos planes condicionales estaban pensados para superar lo que Sachs, un economista que trata temas de desarrollo, llama "trampas de pobreza". Para poder superar una trampa de pobreza hay que darles una mano a los pobres, un empujón necesario para que con la inercia puedan mejorar sus vidas, y las de las generaciones que vengan atrás.

Condicionales porque supuestamente siguen la siguiente lógica: "si..., entonces...". "Si sus hijos van al colegio, entonces cobra la Asignación Universal"; "si hace los cursos de capacitación o si cumple con tal oficio en determinado horario, entonces cobra el plan Argentina Trabaja"; y así. Y si bien la naturaleza condicional de los planes permanecía intacta, se cambiaron, justamente, los contenidos de la afirmación condicional. Ya no buscando el desarrollo o la inclusión, sino lo que más beneficiara al político de turno. "Si asistís a tal acto, entonces..."; "si participás de tal proyecto, entonces..."; "si votás a tal candidato, entonces...". Sería dudoso decir que los beneficiarios son los que lo necesitan, o sea, los más desahuciados: los beneficiarios de los planes desnaturalizados son, en última instancia, los políticos de turno que hacen un uso inmoral de los instrumentos del Estado. Me estremezco al pensar sobre la gravedad moral de afectar negativamente a miles de personas... Ufff, no quisiera estar en esos zapatos, ni hoy, ni nunca.

Los planes. Esos que en vez de generar inclusión, pueden generar lo más pérfido, que es incapacitar al hombre. Hacerlo bobo. Esclavizarlo. No con hierros y cadenas, sino atontando su espíritu y robándole la iniciativa creadora, la capacidad de emprender, la esperanza. Y no hay nadie más peligroso, ni más fácil de manipular, que un hombre desesperado. Porque alguien que perdió la esperanza es, por definición, eso: un desesperado.

Y peor que un hombre desesperado, es una familia desesperada. Peor que una familia, una comunidad. Y más grave que una comunidad, es una generación desesperada.

O dos.

O tres...

El poder de cambiar una cultura, por completo, solo con una idea. Y de eso se trata esta entrada. Sobre el poder de las ideas.

Qué regalo grande y qué carga pesada es, a la vez, la libertad. 

El poder de una decisión. Tan chiquita, tan habitual, tan nuestra, tan obvia. ¿Somos conscientes del efecto de nuestras acciones? ¿Del peso sobre la realidad de nuestras ideas? ¿De la forma como, queriendo o sin quererlo, transformamos la realidad?

Y antes de una decisión, el poder de una idea, de un sólo pensamiento. Su capacidad de cambiarlo todo.

El viejo refrán chino sobre el que se creó el concepto de "efecto mariposa" dice que el aletear de una mariposa puede cambiar el mundo. Qué exagerados son los chinos. Una mariposa. Ni siquiera eso, ¿para qué tanto? El efecto de un pensamiento puede cambiar el mundo, totalmente.

No por vibraciones cósmicas ni por ninguna de esas nuevas ideas sobre atracción universal. Una idea suficientemente fuerte se encarna y se vive, se expresa, se hace acción. Ella sola. Es autónoma y libre. Te posee y te condiciona de una manera que ya no percibís pero que es real. Está ahí.

Por eso los viejos sabios medievales, que de didáctica sabían mucho, decían que se enseña, antes que con palabras y con obras, con lo que uno es.

Y quizás, sin darnos cuenta, le hayamos enseñado a la Ministra que el fin justifica los medios y que la acumulación de poder es algo deseable en sí mismo y no con miras a hacer el bien y para servir a los demás. Probablemente nadie se lo haya dicho. Ella lo aprendió sola. Mirando. Siendo.

Cuidado con los pensamientos. Cuidado y bienvenidos. Se los dice alguien a quien las ideas lo atosigan, literalmente.

Pienso en ese político o ese asesor de político que vio en los planes sociales un instrumento de dominio. En aquella persona que lo ideó por primera vez. Simplemente, cambió el mundo. Una idea que quizás tuvo en la ducha, corriendo, teniendo sexo, charlando con un amigo en estado de ebriedad, mientras leía, quién sabe.

Pienso en el militar belga que tuvo la brillante idea de seguir acrecentando las diferencias eternas entre tutsis y hutus, en Rwanda. Pienso en el primer tipo que odió a un judío, a un católico, a un homosexual o a un inmigrante. Y quizás ni siquiera lo verbalizó, simplemente fue. Pequeñas ideas que transformaron el mundo. Una especie de TEDx, al fin y al cabo.

Es imposible medir el alcance total de nuestras acciones. Lo que no quiere decir que sea imposible juzgar su moralidad, aquí y ahora. Pero nunca somos del todo conscientes de "hasta dónde" llega nuestra acción ni de las consecuencias que tiene sobre la realidad.

Por eso me siento obligado a examinarlas. A pensar mis pensamientos. A volver sobre ellos. A re-flexionar. A no vivir con una idea implantada, cuyas consecuencias no conozco y que no sé de dónde saqué.

Escuché muchas veces que sería increíble conseguir esa máquina de la película Matrix, esa que te enseña cualquier cosa en sólo unos segundos. Ideas implantadas. ¿Matrix? Gracias, pero no. Prefiero el esfuerzo de pensar. Para Matrix ya tenemos la tele, la cultura, los prejuicios, lo que vemos todos los días en la calle. Lo que es. Prefiero pensar, sabiendo que ignoro la mayoría de las cosas que conozco.

El poder de una idea es capaz de transformar el mundo. Totalmente.

Ideas, tan inofensivas que parecen: son la trinchera de la existencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario