martes, 29 de julio de 2014

Es mi culpa, María

María no encuentra trabajo. Es una buena profesional, tiene calificaciones notables y experiencia, pero no supera ninguna búsqueda de Google, ni siquiera del empleador más desprevenido. Está marcada.

A María le da vergüenza ir a comer a la casa de los padres de su nuevo novio. Vive con miedo. Piensa que ya saben. Por más que es muy linda, es buena, es trabajadora, es familiera, es responsable, ya no se siente libre. Hace tiempo que está más paranoica: no le pasa sólo con sus "suegros", en realidad va por la calle y piensa que todos saben.

María cerró LinkedIn, Twitter, Instagram, Facebook y hasta Pinterest y Spotify. Ya no le gustan las redes sociales. Sigue usando WhatsApp, y listo.

María llora. María sufre. María está frustrada. Le pesa un sentimiento de impureza, de sentirse sucia, de haber sido usada. Muchísimo.

¿Qué hizo María?

María tuvo un novio. Alguien en quien confiaba. Alguien a quien quería y con quien se proyectaba. María le creyó. Eso hizo María: creer, confiar, ceder, no sopesar las potenciales consecuencias de esa acción particular. Y es lógico que no las hubiera evaluado fría y racionalmente: era su novio. Era divertido. Era por él. Era una vez.

Y un día a María la llama una amiga. "Te tengo que contar algo". Sonaba preocupada. María la esperó con un mate y unas galletitas. Porque María, además, es una buena amiga.

Y ahí estaba María, desnuda, mirando la cámara, practicando sexo oral. Todo registrado en un vídeo que reproducía el celular de su amiga. Se lo habían mandado a su novio, los de fútbol. Y a ellos, los de la facu. Y a ellos, los del club. Nadie en el club, ni en la facu, ni casi nadie en el equipo de fútbol, la conocía a María. Y lo íntimo se hizo público. Y lo que acontece en un marco de confianza se convierte en instrumento de venganza y vejación.

Ya no importa si María es una buena profesional, con notables calificaciones y experiencia, si es linda, es buena, es trabajadora, es familiera, es responsable, es buena amiga: ahora, es la puta de María. La puta que hace lo mismo que hacen todas sus amigas con sus parejas, ya sean sus novios u ocasionales, pero que no fueron filmadas. La puta que está en los celulares de media Ciudad de Buenos Aires, mirada por un malón de hombres (y mujeres). María es juzgada y evaluada por esos dos minutos de vídeo. Qué bien que lo hacés, María. Todo el ser de una persona reducido a un adjetivo calificativo, o a un sustantivo que es una profesión que María no ejerce y nunca quisiera ejercer: puta. Y cuando la condena no es tan tajante, el prejuicio de todas maneras se impone de una forma indirecta: "ojalá mi novia (claro, ella no lo hace o no lo hace así porque no es una puta) fuera como esta mina". Es lo mismo. María es una puta, nos guste o no nos guste admitirlo. 

Y lo que María sufre es una forma de acoso. Una forma perversa de acoso. Antes los acosadores necesitaban ser constantes, incisivos, siempre presentes. Ahora ni siquiera. Es un click. Y nunca más. Y antes los acosadores podían ser acusados de acosadores. Ahora ni siquiera. Hicieron un uso indebido de una imagen personalísima. Nada. Humo. Paja. Y la historia, sin castigos, sólo está condenada al eterno retorno, a la repetición incesante, a nunca terminar.

Y María es Josefina, Stefania, Lourdes, Juan, Santiago, Roberto, Victoria, Ezequiel. María es mujer y es varón. María puede ser cualquiera. Ni siquiera tenés que darte cuenta de que te están filmando. Claro, no lo habías pensado así: podés ser vos. Puede ser un ex-novio enojado y vengativo, como puede ser una pareja ocasional que te filmó sin que te des cuenta, o un vecino voyerista que se metió en la intimidad de tu matrimonio bien conformado. Puede ser de muchas maneras pero a vos no te pidieron permiso, autorización ni consentimiento para que le manden esas imágenes a nadie, ni a todos. Ni siquiera te avisaron. Y eso está mal. Siempre.

Y la culpa es de María. "Que se joda por boluda"; "ella eligió filmarse"; "son los riesgos de filmarse"; "con todos los casos que ya hubo, si se filtra un vídeo así, es tu culpa". En tu culpa, María. No de tu ex-novio, el que destruyó los códigos más básicos. Ese al que todos le conocemos el pito, pero que nunca da la cara. O del hacker que se bajó ese vídeo de su celular cuando tu ex lo llevó, realmente sin mala intención, a arreglar al Servicio Técnico de su cuadra. O de los amigos de tu ex-novio o de los amigos del hacker, que enseguida se lo reenviaron a todos sus contactos. O de los contactos. O de los contactos de los contactos. O mi culpa, que también recibí ese vídeo. Y lo vi. Porque no nos olvidemos: María es muy linda. Tampoco es culpa de un marco legal laxo o amplio o confuso o malo, donde el acosador puede acosar. Es culpa de María. Es su culpa. Que se joda. Lo más loco es que a pesar de que todos nos apropiamos de una parte de María al cosificarla y hacerla objeto, podemos ponerla ahí afuera y dejarla sola. Es tu culpa, María.

No te preocupes, María. Quizás puedas ser vedette. O quizás puedas salir del radar por un tiempo y dejar que pase agua bajo el puente. En unos meses o en unos años ya nadie se va a acordar. Bueno, quizás Google. Pero tranqui, la familia de tu nuevo novio va a entender, por más que te parezca humillante. Tu futuro empleador quizás no se de cuenta. Quizás. Quizás sí, ni idea. Por ahí podés abrir una nueva cuenta de Facebook, después de todo ¿quién no tiene Facebook, hoy? Y tener sólo algunos amigos, como para saber en qué andan, pero no te expongas mucho. Ya no tenés el control. Y eso, María, no es tu culpa. Es cruel, es triste y, por sobre todo, es injusto. El control lo tengo yo. Porque ese vídeo está en mi teléfono, ahora. Y en el de media Ciudad de Buenos Aires. Está en el teléfono de hombres y mujeres que pueden decidir borrarlo. Pueden no compartirlo. Pueden no abrirlo. Pueden decir basta.

No creo que pase eso, María. Y te pido perdón. Por mí y por los demás. Ya lo borré, no lo reenvié. Pero lo vi. Y el daño ya está hecho. Sólo dejame decirte que esto no es tu culpa. Que lo que hiciste no está mal. Que no sos una puta. Algún día nos daremos cuenta de que sos una persona que, una vez, fue filmada practicando sexo oral; y que esas imágenes se desparramaron sin tu consentimiento. Y vamos a recapacitar: eso no dice nada acerca de tu capacidad profesional, de tu bondad personal ni tu calidad humana, de tu idoneidad para ejercer cargos públicos, de tu honor, de la forma como te educaron, ni de nada. Aunque hayas accedido libremente, aunque tengas una videoteca entera de vídeos porno caseros, vos sos una víctima. Porque nadie te preguntó si esas imágenes podían ser viralizadas. Nadie te avisó. Nadie te preguntó si podíamos juzgarte, sin conocerte, sólo por dos minutos de tu vida. Fueron dos minutos descontextualizados que alguien usó para lastimarte porque pensó que era divertido. Y no fue divertido. Y esos dos minutos virtuales en mi celular, se transformaron en un montón de tiempo que cargaste una mochila pesada en la realidad.

Por eso, la culpa, María, es mía.

Imagen de una nota de The Economist titulada Misery merchants, sobre lo que se denomina "revenge porn" o la publicación de contenido explícito sin el consentimiento del protagonista de las imágenes.

1 comentario:

  1. Hola Santiago! Muy bien escrito! Otra cosa que Big Brother Internet propicia es que el material permanece en el tiempo, por lo cual el video de María puede haber sido filmado hace 10/20 años y seguir dando vuelta por las redes como si hubiera sido filmado ayer.
    Creo que en general cuando posteamos/comentamos/filmamos/publicamos no pensamos que allí afuera hay millones de personas diferentes a uno que van a tomar lo que está publicando como se les ocurra tomarlo.Y así, descontextualizado, terminan siendo frases de sobrecito de azúcar firmadas por Einstein o letras de canciones sobre fotos de atardeceres.
    Sorry, me fui de tema.
    Es notable cómo el morbo y el acceso inmediato hace que ese tipo de videos se viralice en cuestión de horas. Lo bueno es que se olvida con la misma rapidez, sepultado bajo montañas de nuevos videos.
    En esta época de hiperconectividad, a veces la conexión es el peor de los males. Saludos ! Pequi.

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