lunes, 14 de julio de 2014

Fue todo un sueño

Obnubilado significa "con una nube delante". Algo que no permite ver más allá y que, por tanto, crea estupor o confusión. Y sí, hoy no podía amanecer de otra manera que así, con esta niebla que obnubila, que no te deja ver nada, que te acorta la vista y la deja impotente, miope, incapaz de reconocer la naturaleza inasible de lo que está detrás.

Un día de mierda.

No podíamos amanecer de otra manera. Tenía que ser así. La confusión interna de no saber si todo esto se trató de un sueño. Cayó el telón: se terminó la comedia. ¿Era todo teatro?

Yo quería creer. Todavía quiero, como el enamorado que no asume el límite de lo que ama. Quería creer en ese país donde nos mancomunamos todos. Donde gritamos "Argentina" y se nos pone la piel de gallina. Donde el de al lado es mi hermano, es mi prójimo, es mi patria. No es un enemigo, ¿quién nos convenció de eso? Enemiga es la viveza; es la corrupción; es la enemistad en las familias. Pero se acabó la ficción. Se terminó el Mundial y no ganamos. Somos segundos. Y el genio maligno nos metió en la cabeza que el segundo es el primer perdedor, que es "#allin or nothing", y no se cuántas pavadas más.

Y en el embelesamiento, encandilados por la ilusión de una alegría que anhelamos, nos olvidamos que nuestros hermanos, esos con los que nos abrazamos a gritar un gol aún sin conocernos, tuvieron el agua hasta el pecho en una de las provincias más pobres del país. Y nos distrajimos. Cambiamos de canal. Estaba bien, no podíamos permitir que nada nos quitara esa esperanza.

Por eso despertar duele tanto. Por eso ver a los hijos de nuestro suelo corromper el ritual de la celebración nos decepciona y nos frustra. El sueño se acabó y no fue más que eso: un anhelo, el deseo profundo de ser mejores. De ser distintos. Y se acabó. Nos despertamos tan repentinamente cuando mezclados con las familias y los cochecitos, con colores de la bandera y los cánticos, cuando el corazón era uno con el pueblo, algunos rompieron todo. No se rompió la Av. 9 de Julio, ni el Metrobús, ni la vereda, ni la propiedad privada. Se nos rompió la ilusión de soñar con un país diferente. Nos despertamos de golpe, exaltados, aturdidos, anhelando volver atrás, al sueño que nos cobijaba y que nos había hecho sonreír en la oscuridad. Se acabó la épica. Se acabó el relato. Es lunes.

El segundo lugar en el Mundial de Fútbol fue un tremendo logro deportivo del que nos tenemos que sentir orgullosos y agradecidos. Nos emocionó el corazón, la garra, la capacidad de cambiar ante la adversidad, la unidad del grupo, el trabajo, la humildad. Argentinos que nos representan con humildad. ¡Qué orgullo! Pero un Mundial de Fútbol es eso: un Mundial de Fútbol. Es una tautología, sí. Pero vale la pena aclararlo. Tener otra estrella arriba del escudo de la AFA no nos hace mejores ni peores. Tener una AFA honesta, sí.

Fue todo un sueño. Ahora, al despertar, queda en nosotros poner en ese lugar los verdaderos valores que nos vuelvan a unir hacia el Bien Común. Ya no para el fútbol, sino para las cosas más altas. Qué lindo fue ver gustar nuestra canción, nuestros colores, nuestros símbolos. Fue un sueño tan intenso.

El desafío ahora, despiertos, es seguir soñando. Elegir soñar. Y trabajar. Y pensar. Y vivir. Y sentir una patria que nos queme, especialmente en la adversidad. Se murió la ilusión de ser campeones del mundo, pero que no se apague la esperanza de poder ser mejores. Es lunes. El peor día de la semana, pero el mejor día para empezar proyectos. Es un gran día para despertarse. Para saber que ese, con quien nos dejamos de hablar porque pensamos distinto, siente igual que nosotros. Y quiere a nuestro país tanto como nosotros. Al menos el sueño nos dejó eso. Sabernos todos hermanados atrás de lo mismo. Somos capaces de eso. Y eso, que no es poca cosa, es el corazón y la semilla de una sociedad alta y sana. Ser capaces de tirar para el mismo lado, a pesar de las divergencias, en fraternidad.

Ayer nos dolieron las imágenes de la televisión mostrando a algunos grupos de personas rompiendo lo que es de todos. Lo hacían con la remera de Argentina. Qué ironía, ¿no?  Pero quizás, sólo quizás, hayan estado ahí para ayudarnos a despertar. Para dejar de boludear y para poner el foco y el corazón en lo que importa. El fútbol es lindísimo y ganar nos habría llenado el corazón durante un tiempo. Pero si nos aleja del compromiso real es un opio que nos adormece y nos hace sentir bien, pero que tiñe las cadenas y no nos permite ver la realidad. Fue todo un lindísimo sueño. Y siempre después de la niebla, sale el sol. Ahora, despiertos, queda el desafío de tomar lo mejor de ese anhelo y hacerlo real. Sabemos que juntos, realmente juntos, podemos. Y así, con mucha alegría y realmente esperanzado, puedo decir: ¡qué lindo que es soñar!



2 comentarios:

  1. Que bueno como nos une el deporte, y sobre todo el futbol. Quizás debiéramos tomar la política como un juego donde los políticos son jugadores y nosotros .................................nooooo no me da ser hincha en un partido jugado por corruptos, inmorales y faltos de ética.

    Muy bueno tu artículo y tu reflexión Santi.

    Valoremos lo que hicieron nuestros jugadores

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