martes, 18 de enero de 2011

Fortalezas


Después de estar unos días en Mumbai, estuvimos con Rata y con Guada en Udaipur, una ciudad infinitamente más tranquila, muy linda y donde pudimos descansar y encontrar nuestros momentos para ir charlando sobre como íbamos viviendo las cosas...

Despedimos, con mirada paternal y con el dolor del nido vacío, a nuestro querido compañero, y con Guada visitamos dos ciudades que, al igual que Udaipur, están en la zona de Rajastán: Jodhpur y Jaisalmer. De ambas ciudades, lo más impactante, fue que tenían un fuerte inmenso. Fortalezas totalmente impenetrables, con murallas altísimas, con sistemas de defensa impecables, pensadas para no ser nunca vulneradas.

Al seguir el camino, nos encontramos con el fuerte de Agra y con el fuerte Rojo de Delhi. El fuerte de Agra tenía, antiguamente (por suerte...), un foso con cocodrilos, que devoraban a los combatientes desafortunados que se cayeran ahí.

Cada construcción estaba perfectamente diseñada para lograr su fin: dejar al enemigo afuera y proteger, dentro, lo propio.

Y pensaba en las fortalezas que tenemos nosotros, en esos puntos a los que no dejamos entrar a nadie, no vaya a ser cosa que nos modifique, que nos lastime, que nos vulnere...

El fuerte de Jodhpur nunca fue penetrado, nunca ningún enemigo lo pudo tomar. Nunca. "Pobre fuerte" - pensé.

Porque encontrarse con otros es abrirse a la posibilidad de que te lastimen. Porque abrir el corazón implica tender un puente que abra al tesoro, a lo interno, que es lo mas valioso. Y pobre fuerte, por pensar que los de afuera son siempre enemigos... Al final, se quedo solo, nadie nunca lo conoció, nadie nunca lo vulneró, se perdió tantas cosas...

Y seguía pensando, que vida triste la del fuerte de Jodhpur, que incluso está orgulloso de que lo atacaron a cañonazos pero que no pudieron afectarlo en lo profundo. No hay mas que unas pocas heridas, superficiales, que recuerdan los intentos fallidos de romper con sus defensas.

No se enriqueció de la mirada ajena, no pudo conocer mas que la autocrítica, seguro que con otros hubieras crecido mas Jodhpur. Seguro. Porque los otros te interpelan, te piden argumentos, te cuestionan. Porque los otros se enojan, a veces son irracionales, tienen otros puntos de vista. Porque los otros tienen autonomía e independencia. No podés controlar todo, siempre. Jodhpur, no seas iluso. Ahora sos un museo, ¿de que te sirvió ser tan fuerte, tan invulnerable, tanto tiempo?

Esas fortalezas tuvieron su sentido, claro. Pero deberían ser un signo de la antigüedad, de la imposibilidad que tuvimos que dialogar y de crecer juntos, en paz. Deberían recordarnos lo que hacemos cuando tenemos miedo, cuando el otro es "enemigo". Que lástima que sigamos viviendo en fortalezas. Primero las del corazón, que después, para colmo, se materializan.

Y en esas ambigüedades que van apareciendo en el camino, descubro que quien parecía más sensible, quien se dejaba afectar, quien lloraba, ése, no era débil. Para nada. Cuánta fuerza hace falta para no vivir en una fortaleza. Para vivir ante la posibilidad de que alguien te lastime. Para no vivir sólo. Para que el otro te afecte.

Yo no quiero vivir en una fortaleza. Chau Jodhpur. Al final, cuando cierran el museo, todos los días a las 18.00, logras lo que tanto anhelaste, quedarte solo. Yo elijo vivir abajo, en la ciudad azul, con el pueblo, en comunidad. Y ahí lloro, me lastiman, me enojo, me afectan. Pero esa es solo la mitad, porque la mirada del otro me hace bien, me hace mejor, me enriquece. Me hace crecer, me marca mis límites, me ayuda a conocerme y a quererme como soy. Sólo no podría haber hecho nada. Porque las comunidades son así. Sino, no serían comunidades.

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