domingo, 30 de enero de 2011

Varanasi o sobre la muerte


La filosofía busca encontrar ciertas claves que nos ayuden a vivir bien, tanto individual como comunitaria o socialmente. Es una ciencia del buen vivir, que por eso se plantea valientemente un tema universal, necesario y tan humano como puede ser humana alguna cosa: la muerte. Muchísimos filósofos de diferentes culturas, naciones y épocas se preguntaron por la muerte. De eso quiero hablar hoy. De Varanasi y de la vida y la muerte.
La filosofía busca encontrar ciertas claves que nos ayuden a vivir bien, tanto individual como comunitaria o socialmente. Es una ciencia del buen vivir, que por eso se plantea valientemente un tema universal, necesario y tan humano como puede ser humana alguna cosa: la muerte. Muchísimos filósofos de diferentes culturas, naciones y épocas se preguntaron por la muerte. De eso quiero hablar hoy. De Varanasi y de la vida y la muerte.

Si la India nos pego un sopapo que despertó sentimientos, dudas, ideas, reflexiones... Varanasi fue un knock out en el primer round.

Es una ciudad que no avisa. Golpea y después pregunta.

¿Te dolió la India?
¿Te hizo pensar?
¿Te desestructuró?
¿Te escandalizo?
¿Te sorprendió?
¿Te dio miedo?
¿Te asombró?
¿Te rompió la cabeza?

¡Ja! Bienvenido a Varanasi, welcome to the jungle... La ciudad de la vida y de la muerte y de todo lo que pasa en el medio. Un resumen de la India. O sea, un compendio de la vida, del amor, del dolor, de la crisis y del pensar. La amás o la odiás, no hay punto medio porque a los tibios los vomita de su boca, muy lejos.

Esta entrada no es apta para impresionables, lo mismo que este lugar. Las cosas que narro fueron las que vimos y vivimos, nadie nos las contó. Algunas pueden ser fuertes, otras desagradables, otras tristes. Hablar de la muerte tampoco es fácil. Siéntanse advertidos. Y si quieren, sigan acompañándonos. 

Llegamos a la tarde y por eso no llegamos a ver los ghats que dan hacia el Ganges, solo la ciudad. Caos total. Así como uno se imagina una ciudad de la India sin saber nada de la India. Nos miramos y dijimos: "otra vez este sentimiento... ¿Dónde estamos? ¿En qué nos metimos? ¿Quién nos mandó a meternos en esta ciudad?"

Varanasi es la ciudad de la actualidad que hace más tiempo esta habitada. Tiene una importancia fundamental para los hindúes, quienes creen que todo aquel que muera en la ciudad (o hasta a 50 kilómetros a la redonda) queda liberado del ciclo de las reencarnaciones. Es una ciudad santa, que fue habitada por Shiva.

A la mañana del segundo día salimos y caminamos por los ghats. Es una experiencia única, que probablemente quede grabada en el corazón por mucho tiempo. Hay muchos ghats, que son escalinatas que dan hacia el río. Cada ghat tiene una historia particular. Algunos fueron hechos por monarcas, otros por invasores, otros por hombres ricos. Y en cada ghat la gente hace una u otras cosas. En algunos se bañan, en otros lavan la ropa, en otros se agrupan muchos barquitos, dispuestos a llevar a los turistas a dar un paseo por el río. Mucha gente hace yoga y mucha otra deambula por ahí. En un par de ghats, los hindúes creman a sus muertos.

Todo sucede en el mismo río. Un ghat esta pegado al otro. Sí, pegado. A diez metros de donde una familia despide los restos de quien falleció, mientras las maderas y su cuerpo arden, los chicos juegan al cricket, corren y ríen, las madres lavan la ropa y los hombres se bañan, se lavan los dientes y juegan juegos de mesa. En el paisaje urbano aparecen turistas, vacas (obvio), perros un poco agresivos, monos, sadhus [hombres hindúes, vestidos como Shiva, el dios de la destrucción y uno de los tres dioses principales de la "Trinidad" (¡que blasfemia! Perdón...) hindú], vendedores, parejas casándose (mas en este mes que es especialmente bueno para el matrimonio según la astrología india), hombres de los más diversos oficios: barqueros, peluqueros, masajistas, fotógrafos y unos muy particulares, que con un instrumento metálico, con la forma de un lápiz, te limpian las orejas y te sacan los tapones de cera. Todo junto. La vida y la muerte en un sólo lugar. Por eso Varanasi no te deja indiferente. Por eso te despierta y te recuerda que estás al otro lado del mundo, casi en la China.

Es muy auspicioso ser cremado en el Ganges y especialmente en Varanasi, en el ghat principal. El río es sagrado, la ciudad te trae la moksha (en hindi, literalmente, liberación) y en el ghat principal está el fuego eterno, prendido ininterrumpidamente hace miles de anos. Pero no todos pueden ser cremados. Como la lepra se considera un mal karma, los leprosos van al río enteros y sin cremación previa, lo mismo que las embarazadas, aquellos que son mordidos por una cobra (cobra que esta en el cuello de Shiva en muchas de sus representaciones: si Shiva mismo te llama mediante una serpiente, la cremación no es necesaria), los sadhus (que no necesitan ser cremados por la santidad con la que vivieron), los niños y aquellos que sufriendo un accidente fueron mutilados o cuyos cuerpos no están "enteros".

Como decía, caminamos por los ghats. Mientras esquivábamos la piedra con la que los chicos jugaban al cricket y al gudu danda (un juego típico de las calles de Varanasi) y mirábamos como los saris se secaban al sol, nos topamos con la muerte, ahí, cara a cara. Sin aviso previo, sorpresiva, dolorosa. Pero bueno, la muerte, incluso la anunciada, es siempre así, ¿no? Estaban cremando un par de cuerpos. Al costado de una de las piras, la familia acompaña, en silencio, abrazada. No vimos gente desolada ni llorando. Están tranquilos. Contemplamos, en silencio, respetuosamente. A nuestro alrededor el mundo sigue girando, inmune al hechizo que nos hipnotiza. Guada me pregunta: "Santi, eso que esta en el río, ¿es un cuerpo?" Yo, que no me destaco por mi vista, me acerco, parece un cuerpo, envuelto en sabanas blancas. Era el cuerpo de un hombre que no podía ser cremado. Vimos como le ataban una piedra al cuello y lo llevaban con un barco. A los pocos minutos el cuerpo se hundía a quince metros de la orilla.

Nos miramos. "Suficiente por hoy, ¿no? ¿Vamos?" - le digo a la flaca, que contempla el río tranquila, ensimismada, silenciosa. "Dale".



Silencio.



A veces las palabras sobran. Hace falta silencio.



Giramos y, como quien cambia de canal, volvimos a esquivar piedras y pelotas, a ver mendigos, sadhus, encantadores de serpientes, masajistas, peluqueros, barqueros, limpia orejas, mujeres lavando saris, hombres en calzones y enjabonados, entrando y saliendo del río, turistas, animales, puestos de venta de comida, de collares y las tantas otras cosas que conviven en los ghats de Varanasi.


Tercer día. Queríamos conocer la ciudad vieja y el ghat principal. Caminamos, de nuevo por los ghats, el kilómetro y medio que separa el assi ghat (donde nosotros estábamos) del Ghat principal. Sin quererlo ni buscarlo nos encontramos con otra escena dantesca, morbosa, shockeante: en el río flota un cuerpo que, suponemos, se debe haber desatado de la piedra que lo escondía en el fondo. Los cuervos, fieles a su naturaleza carroñera, se posan sobre el torso cubierto por una sabana y luchan por lo propio, mientras el cadáver deriva errante y sin rumbo según el capricho de la corriente.

Fue fuerte... Pero nos sentimos parte del todo, que sigue caminando y girando alrededor de este mundo loco. Seguimos caminando, visitamos la ciudad vieja y comemos lassi (un yogurt como licuado y con frutas). La vida continúa. Pasamos por el ghat crematorio principal, charlamos con otros tantos turistas, impresionados, pensativos. Compartimos sentimientos e impresiones.


La familia acompaña la cremación durante aproximadamente tres horas, momento en el que la explosión del cráneo del cadáver marca la liberación del alma del difunto. En ese momento el ser querido alcanza la libertad más absoluta. Mientras charlamos, sentados en los ghats, escuchamos estruendos y aplausos. La familia celebra la liberación con alegría.


Son tantas las ideas que se pelean en la mente y en el corazón. Tantas las experiencias que evocamos y los recuerdos de la propia historia personal. En un caos interior los sentimientos se mezclan con la racionalidad y las ideas se entristecen y se alegran. Lo que mas hace pensar es la cercanía entre la vida y la muerte. Están pegadas... Con solo girar la cabeza podemos ver una u otra.

Nosotros no solemos hablar de la muerte. Es un tema tabú. "No hablemos de esas cosas". La muerte nos duele y nadie quiere sufrir, menos en nuestra sociedad, que es un poquito hedonista. Pero si en la vida hay algo que sí o sí vamos a hacer algún día, es dejar de ser esto que somos. Sí, nos vamos a morir. Hasta eriza la piel hacer una afirmación así. No me gusta. "Que mala entrada Santi, es un morbo. Borra y empezá de nuevo". Que tentación, ¿no?

La muerte rebela. No quiero hablar ni pensar en eso.

Pero aunque duela, aunque espante, aunque no quiera pensarlo, es cierto. No soy eterno (por lo menos no voy a vivir siempre como en la vida que estoy viviendo aquí y ahora, en este cuerpo encarnado, temporal y finito). No. Voy a dejar de ser esto que soy y voy a vivir en el recuerdo de quienes me amaron y en los hábitos que haya podido inculcar en los jóvenes que educo. Nada más.

Entonces todo se hace chico y los valores se reordenan. Entonces ya no me molestan tanto estas pavadas que usualmente me ponen de mal humor. Entonces, lo importante se hace importante y lo secundario, secundario. La muerte me obliga a resignificar mi escala axiológica. Y lo que es esencial se hace esencial. La muerte, así dolorosa como es, me sincera conmigo mismo. Y el tiempo se hace tan valioso... Soy un peregrino: estoy en camino, me muevo, avanzo, crezco y sigo. Pero todo camino tiene su fin. Y la muerte me recuerda eso, que es tan importante.

Yo creo que quien muere no muere. Tengo tanta certeza de eso que nunca lo puse en duda. El mundo y la vida serian tan cósmica y universalmente injustos si eso fuera de otra manera. Y con este tiempo contado que tengo en el mundo puedo hacer lo que quiera. Pero como creo que esta vida no corta todo mi ser, estoy seguro de que todo lo que haga, lo hago para la eternidad. Y así las cosas tienen otro gustito. Y esta seguridad, lejos de encadenarme, me libera de la manera más radical.

Esta cercanía entre la vida y la muerte me hizo pensar en muchas otras cosas. ¿Acaso hay algo más opuesto a la muerte que el matrimonio, que es el inicio de una vida nueva y que es la cuna de la vida? Y aquí, cremaciones y casamientos, ambos a la vista. Tan cerca... Cercanía que me hizo pensar especialmente en cuántas veces tenemos que -simbólicamente- morir en esta vida para poder vivir mejor. A cuantos hábitos, costumbres y relaciones tenemos que negar para poder tener más vida. Y de repente la vida y la muerte ya no son tan opuestas, porque así como a una planta podada la vida le florece mejor, así algo parecido nos pasa a nosotros, que al dejar morir ciertas cosas, permitimos que la vida nos fluya por dentro. Volvemos a vivir al dejar esa costumbre que nos ataba y nos esclavizaba. La vida implica, necesariamente, la muerte. Entonces, y de nuevo la filosofía, para poder vivir bien, hay que saber morir bien también. Y el dolor tiene otro sentido si lo entendemos así. Y cuando reviso mi historia personal, descubro que muchos grandes dolores se convirtieron en perlas, en piedras preciosas, en oro puro: en mayor claridad y sensibilidad, en mayor comprensión y menos prejuicio de los otros. La muerte se hizo vida nueva y más plena.

Soy una persona sensible y la muerte me duele mucho. Lloro y extraño a los que no están. No es egoísta y no creo que sea tan cultural tampoco. Me parece lo más natural del mundo. La muerte me enoja y me parece injusta, siempre adelantada y nunca necesaria. Por mí, seamos eternos como lo somos ahora. Que nadie tenga que sufrir el dolor de la perdida. Pero en un momento, menos pasional, me libero de esas ideas y de esos deseos y encuentro paz cuando pienso en el gozo eterno de los que se fueron. Hasta encuentro algún sentido en esa ausencia, que resignifica mi propia existencia y la hace más plena y auténtica. Y cuando lo vivo así, simplemente puedo agradecer a esa persona por haber sido y por haber sido conmigo. Qué heideggeriano se puso el asunto, ¿no? Creo que me da más miedo eso que la muerte misma...

Lo ultimo, no todo es cultural. El 7 de diciembre hubo un pequeñísimo atentado en uno de los ghats. La gente corrió. Tuvo miedo. Escapó de la pequeña bomba, que hirió a muchos y se cobró la vida de un par. Y corrió porque la naturaleza marca la diferencia y recuerda que no todo es una construcción de nuestras ideas y teorías. Corrieron porque instintivamente afirmaron que la vida vale y que la muerte asusta. Más allá de la cultura, que valiente y generosamente, de manera desinteresada y altruista, celebra de corazón la liberación del alma del que falleció, la gente huyó, despavorida, de la muerte. Es nuestra naturaleza. Huyamos, mientras podamos, disfrutando de la vida. Pero huyamos conscientes de que el juego tiene un fin y que la vida vale infinitamente. Cada existencia, única, imperfectamente perfecta, vale para siempre.

Gracias Varanasi, por recordarme, a tu manera brutal y sin disimulo, todas estas cosas. Gracias por hacerme sentir lo valiosa que es mi vida y que la muerte no es tan mala como a veces pienso. Gracias por recordarme que mi vida vale cada momento y que lo importante es lo que me hace crecer y no todo lo que me entretiene y me preocupa generalmente.

La ciudad me terminó pareciendo única. Hermosa, bella, especial, diferente. Difícil, triste, dura, oscura. De a ratos, la mejor. Otros momentos quise huir. Por eso Varanasi es la ciudad de la vida y no de la muerte. Es una ciudad que te cautiva y que te hiere, que te hace pensar, te golpea pero después te abraza. Como la vida misma, ¿no?

De nuevo, silencio. Seis días pariendo esta entrada y no puedo decir mucho más. Simplemente observar, en silencio, y agradecer con la vida entera el misterio que es andar por el mundo abriendo la cabeza y el corazón.



8 comentarios:

  1. Querido Santi, gracias por haber compartido con nosotros estas reflexiones tan cargadas de sentido que nos conmovieron casi hasta las lágrimas. Por ahí porque te conocemos de chico...pero por ahí por la profundidad de tus sentimientos o quizás porque ese verano en Bariloche compartiste con nosotros algo que podría no haber quedado como una simple anécdota en el recuerdo...
    Tomo prestadas tus palabras para que las lea Carola, mi querida amiga que también fue parte de ese verano y tiene el corazón partido.
    Te mandamos un beso enorme desde Bariloche...
    MARIANA DUPONT

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  2. Uf! La muerte! La amiga muerte que suena y tantos de nosotros tan dormidos por la vida :D

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  3. SANTI.................LEIMOS TODOS JUNTOS EN CASA LO QUE ESCRIBIESTE SOBRE VARANASI. SE HIZO UN GRAN SILENCIO.
    QUE DECIR? SI A NOSOTROS NOS MOVIO TU RELATO Y REFLEXIONES, IMAGINAMOS COMO LOS HABRA MOVIDO A UDS.
    TE QUEREMOS MUCHO.
    FLIA SENA

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  4. Sin la muerte como certeza, ¿Cómo podriamos llamar a esto vida?
    Un pedacito de eternidad, más grande o más chico, un viaje, un paso.

    Te banco a muerte Oso!

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  5. "todo lo que haga, lo hago para la eternidad"

    Me re llegó lo que compartiste, me re llegó. Y sin más palabras.

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  6. Gracias por haberlo leído y por participar. Es un tema delicado, pero fundamental... Un abrazo a cada uno!

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  7. Que relato !!!!!!
    EL corazoncito me dejo de latir por una milesima de seg cuando termine...
    ojo y no me gustaria que hindu repitiera eso de blasfemia cuando el mencione la santisima trinidad en la que creen los católicos...y eso que tenia una profesora muy "correctita" ella... que con toda pasion defendia: "Es bueno discrimar" jajajaj asi estamos...recien hace un par de decadas nos dimos cuenta que los negros son iguales que los blancos, que las mujeres son iguales que los hombres tuvo que venir la ciencia a decirnos que todos somos PERSONAS...
    Nos falta vivir el ecumenismo para que este mundo vivencie el amor...de lo contrario seguiremos divididos...ya sea por naciones, religiones, razas...ay ay...cuanto nos falta por aprender ..como humanidad...

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  8. "Anónimo", gracias por el comentario. Lo de blasfemia fue en tono alegre y en chiste.
    Coincido en que nos falta mucho por aprender y qué bueno que así sea. Un abrazo

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