viernes, 4 de febrero de 2011

Revisión de un itinerario de autoconocimiento


Nos movemos de ciudad y otra vez esta burocracia....  Acá en la India, cada vez que haces el check in en el hotel, (sea barato o caro, da igual) hay que llenar un formulario muy extenso. Nombre, número de pasaporte, nacionalidad, dirección en el país de residencia, profesión, tipo y número de visa, lugar de emisión de la visa, día de arribo a la India, de qué ciudad viene, a qué ciudad va, entre otros tantos requerimientos.

Básicamente, quieren saber quien soy. 

Pobres, si supieran... Ni que fuera tan fácil responder a esa pregunta. En realidad, es algo que a veces ni yo mismo sé.

Hay algunas preguntas que son fundamentales. No quiere decir que todos, necesariamente, tengamos que hacérnoslas de forma directa, abierta y evidente. Pero de una u otra manera, conviven en nuestro interior ciertos esbozos, intentos de respuesta, auto-diálogos inconclusos, borradores provisionales que nos dejan "responder" a esos interrogantes que alguien (¿será acaso alguna huella de nuestro Creador?) nos imprimió en la conciencia y en el corazón. Por eso, de manera transcultural, nos hicimos siempre las mismas preguntas y nos peleamos siempre por las diferentes respuestas (no siempre tan diferentes...)

Ya hablamos de la muerte el otro día, así que encaremos el asunto por otro lado. La pregunta es: "¿quién soy?"

Y lo primero en lo que pienso es:
Santiago.
Docente.
¿Filósofo? (qué agrandado... Dejémoslo entre paréntesis mejor)
Hijo, hermano, amigo, novio.
Nacido un "día del animal", allá por los 80's.
Hice tal cosa, estudie tal otra, en tal y tal lugar, conozco a tal y cual, jugué a esto y lo otro con aquél y ése (y podemos seguir poniendo un montón de pronombres relativos, posesivos, etc. en muchos otros lugares).

Listo, fin de la entrada. Respuesta respondida. A otra cosa.

Pero no. Me siento insatisfecho. Va más allá. Vuelve la pregunta, que me hace temblar, que susurra cuando me escucho decir algo que me sorprende incluso a mí mismo; que reaparece cuando de pronto me miro en el espejo y me quedo contemplando a ese (no de manera narcisista sino porque lo estoy re-conociendo); que se hace pregunta franca y directa en el silencio contemplativo que escapadas como este viaje te permiten.

"¿Quién soy?" Y en otros momentos, quizás mas pasionales: "¿quién carajo soy?"

Y ya no puedo simplemente responder rellenado los espacios vacíos del formulario de la vida: ocupación, estado civil, edad y otras yerbas. No. Claro que tiene mucho que ver con eso. Pero esta lejos de agotar las posibilidades de respuesta. Porque no se trata de responder a un "qué", sino a un "quién". ¿Quién sos?

La famosa máxima de oráculo de Delfos era "Conócete a ti mismo"... Después Píndaro, el poeta, profundizando la cuestión, sugiere: "y sé lo que eres". (Hace tiempo que vengo pensando que es un gran tatuaje, para la espalda, sobre los omóplatos, para hacerle honor al mundo griego y en ese lugar para recordar siempre a Platón, discípulo de Sócrates, amigo y maestro de Aristóteles, apodado Platón, que significa: "el de los hombros grandes". En griego quizás, así queda más exótico, "gnoske seauton". Pero bueno, en fin, esa es otra cuestión. Volvamos...).

"Conócete a ti mismo".

Gracias oráculo. El consejo está muy bien, pero se te olvido decirnos cómo. Bueno, no se olvido, en realidad, cada cual tiene su camino, su manera y su destino. No hay una receta que, exclusivamente, lleve al autoconocimiento. Cada uno es un territorio virgen donde los mapas ajenos confunden y nos pierden más que orientarnos. Podemos preguntar cómo los otros han esbozado sus mapas, mas no podemos copiar las direcciones de los demás, porque los terminaremos conociendo a ellos y no a nosotros.

Comparto, en este espacio y con la facilidad que la distancia a veces brinda para este tipo de expresiones, mi propio itinerario.

¿Quién soy?

Primer paso. Empieza un dialogo interior. Y así, me empiezo a conocer. No puedo verbalizar la respuesta de manera completa, porque (por suerte) el misterio de mi ser excede la capacidad discursiva de todo lenguaje. Lo intuyo. Intuyo una respuesta pero en el momento en que quiero reducir esa intuición a palabras, se pierde lo más sustancial. Es la diferencia entre contemplación y raciocinio. Contemplo lo que soy, no lo puedo simplemente pensar y me cuesta muchísimo poder expresarlo de manera clara y distinta. El problema de pensarlo es que lo quiero responder mecánicamente, por partes: lo desgloso, lo analizo, lo entiendo y lo junto. Es demasiado racionalista. Quizás Descartes se haya conocido a si mismo así. Ni siquiera, él mismo descubrió que como pensaba, existía (y si eso no es una intuición, acaso ¿qué es?). Si lo "pienso", no puedo salir del marco de lo que hago e hice. Entonces no soy mas que "esto", hago esto otro, estoy con alguien que hace tal otra cosa, creo esto, nací de tal y tal y pienso esto. Y si bien eso es cierto, siento que soy un poco más también. (Un dato: cuando Moisés le pregunta a Dios, a la zarza que arde, "¿quién sos?", Dios respondió: Soy el que Soy. No dijo, "soy el Creador, tu Dios, el Todopoderoso, El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". No lo "pensó", intuyo una respuesta y se reconoció siendo. Algo parecido, en momento de contemplación, nos pasa a nosotros cuando intuimos nuestra propia existencia. No somos "esto", simplemente somos).

Segundo paso. Dicho esto, dejemos la contemplación filosófica por un momento de lado y, ahora sí, hagamos justicia con Descartes: esta existencia que intuí, esta históricamente situada, en un aquí y ahora concretos, que dicho en español es "yo no seria el que soy si en vez de haber sido el primogénito de Marcela y Gustavo hubiese sido el séptimo hijo varón de Kamal y Florencia, una pareja formada por un indio y una mexicana". Conocerme a mi mismo es también hacerme cargo del universo cultural y social, familiar y personal, educativo y religioso del que provengo y en el que soy y vivo. Y esto también me identifica y me habla sobre mí mismo. Yo no seria el que soy si no hubiera tenido los padres y hermanos que tuve, si no hubiera tenido los amigos que tengo y no hubiera hecho un montón de cosas que hice. Casi sin darnos cuenta, damos el tercer paso. Así, la pregunta por la identidad me remite a mi historia y a mi pasado. Y esto no siempre es fácil ni lindo. Revisar "objetivamente" la propia historia, es imposible. La memoria en engañosa (en esto sí coincido con Descartes, los sentidos, también los internos, son tramposos) e incluso mi voluntad me invita a no querer recordar ciertas cosas. Porque duelen, sí. Pero también son lo que soy. Y si bien es doloroso, revisar la propia historia, especialmente en contacto con un "otro”, vale la pena, porque me revela a mi mismo. [En el ámbito de lo personal, ahí entro mi trabajo espiritual con los franciscanos. Ahí la figura del Hermano Walter, quien simplemente escuchó e interrogó. El trabajo lo hicimos ambos, pero lo hice mas yo, quien socraticamente tuve que dar a luz (experiencia siempre penosa aunque gratificante al final), la vida nueva de mi reconciliación. (Otra vez se nota la relación entre muerte y vida nueva...). Reconciliación que, en el marco religioso, me religo a mi Creador, el mismo que me había puesto esas semillas de dudas sobre mi propia identidad y a quien terminé encontrando al final del camino. La Alfa y la Omega después de todo, ¿no?]. El otro es importante, porque acompaña incondicionalmente, escucha, ayuda a desdramatizar. La palabra cura. Cura el alma y las lágrimas la limpian. Para saber quién soy, tengo que hacer este trabajo, por mas que sea arduo, que es el de revisar la propia historia y perdonar a quienes me lastimaron (principalmente, perdonarme). Ojo, que es un trabajo que necesita revisiones, que tiene recaídas, que es siempre un camino humano y, por tanto, naturalmente falible. No es que una vez realizado el itinerario de la revisión de la historia, las cosas se superan y ya está. Error. Son huellas que acompañan para siempre, que marcaron y están, de alguna manera, presentes en este que soy. Por eso, al reconocerlas, me estoy conociendo. Al tenerlas presente, me entiendo mejor y me respeto mas. Al tener en cuenta esa historia, entiendo porqué me afectan más algunas cosas que otras. Simplemente al conocerlas, me conozco.

"Conócete a ti mismo". En mi caso, un conocerse que consistió en, primero, revisar la historia y reconciliarme (camino siempre abierto y nunca terminado) conmigo mismo y con quienes quiero. Segundo, conocer los datos que me sitúan históricamente (ahí si tiene vigencia y valor el CV, lo que hice, con quién, dónde, cuándo, etc.). Por último, intuir mi propia existencia de forma contemplativa, en un marco de silencio, introspección y tranquilidad.

"Sé lo que eres". La historia te lleva al pasado; la intuición de la existencia, al presente. El imperativo de Píndaro, al futuro. Y lo que dijo el poeta tiene su sentido... Si me conozco, sé qué es lo que me llena de sentido. Las cosas tienen que tener un sentido "para mí" (para los psicólogos: me parece, por esto, que antes de la logoterapia, hace falta autoconocimiento). Y para eso, tengo que conocerme. Al saber quién soy, sé muy bien qué es lo que quiero y qué es lo que no. Al descubrirme, respeto mis anhelos, mis sueños, mis proyectos. Vocación viene de una palabra latina, vocare, que se traduce por llamado. Al conocerme, sé cuál es mi llamado y respondo. Y al responder, me planto firme hacia el futuro y construyo un proyecto que me llene. Sino es como jugar a un teléfono descompuesto, intentado vanamente responder a un llamado al que nunca escuché (y así, ante la duda, estudio cualquier cosa que mi familia, la sociedad o cualquiera otro que pueda mandarme, espere de mí... porque simplemente no tengo la más remota idea de qué es lo que quiero hacer con mi vida ni que es lo qué la llena de sentido).

¿Respuesta final? No la tengo y menos mal que no la sé. Quiere decir que vamos por buen camino. Porque lo que llena de sentido es también el mismo camino y saberse bien encaminado. Me respeto y me siento bien. Tengo malos momentos, ¿quién no? pero me siento en paz. Señal de una buena decisión.

¿Quien sos Santi? Soy el que soy. Y si les parece poco, reclámenle al Todopoderoso, de quien copié la mejor respuesta que existe para esta pregunta.

No todos nos hacemos estas preguntas de manera abierta y evidente. Claro que no. Pero que no queden dudas, todos necesitamos estas respuestas. No la mía, sino la propia. La respuesta más simple, se hizo la más complicada. ¿Quien soy? Esa es la cuestión... 

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