viernes, 11 de marzo de 2011

Por un proyecto a favor de la desigualdad de género






Esta entrada empieza con una publicidad que salió el 8 de marzo, día de la mujer, por la BBC. La realizó una Ong que trabaja por la igualdad entre hombres y mujeres llamada Equals. El aviso se pregunta si varones y mujeres somos realmente iguales y menciona muchas áreas donde demuestra que, hasta ahora, no estamos muy equiparados. Evidentemente, todavía hay mucho por lo que trabajar respecto a la promoción y no discriminación de la mujer. Tenemos que garantizarle seguridad y oportunidades. Pero yo no sé si estoy muy de acuerdo con el interrogante final de la pauta: "Entonces, ¿somos iguales? Hasta que la respuesta no sea sí, no debemos dejar de preguntárnoslo."

Mi siguiente pregunta es políticamente muy incorrecta, pero, en fin, hay veces donde hace falta ser incorrecto en política y cuestionar el status quo de algunas cosas: ¿tenemos que ser iguales?

Y antes de que me censure el INADI o de que alguna mujer, ciertamente ofendida o indignada, deje de leer, profundizo y reformulo: si somos realmente diferentes, ¿tenemos que ser exactamente iguales?

Empecemos por la primera afirmación: somos realmente diferentes. ¿Somos diferentes? Si lo somos, ¿diferencia que se da naturalmente o es simplemente un constructo de la cultura? Para responder, les cuento que hace poco leí un libro de una psicóloga chilena que se llama Pilar Sordo. El libro se titula Viva la diferencia (...y el complemento también) y está escrito para divulgación, o sea, en un lenguaje llano y accesible, no científico. Totalmente recomendable si quieren profundizar y entender los desacuerdos más comunes entre hombres y mujeres. Es imperdible el libro.

Resulta que hombres y mujeres tenemos muchísimas diferencias naturales (además que, claro, las hay culturales). Explica en qué sentidos la mujer tiende a ser más retentiva (a retener), mientras que los hombres tendemos más a soltar (a dejar ir): desde los humores y sentimientos (cualquiera que haya "ofendido" a una mujer sabe que el enojo no se le pasa tan fácil y que se acuerda de la pelea en las situaciones más sorpresivas), hasta a las personas que queremos. Enuncia diferencies psicológicas, siendo algunas de ellas que los hombres miramos más los objetivos mientras que las mujeres valoran más los procesos o que los hombres somos más monofocales y las mujeres, multifocales. Tenemos formas diferentes resolver conflictos, de vivir los tiempos personales, de expresar algo que nos molesta y hasta, incluso, de jugar. Mientras que los hombres dependemos más de la vista como sensación primordial, las mujeres valoran más lo intuitivo y las sensaciones interiores. Nuestras estructuras mentales son diferentes. Por una cuestión de espacio (cada una de estas diferencias podría ser motivo de una entrada independiente) no reproduzco las explicaciones del libro, que nuevamente recomiendo leer.

Física y biológicamente somos diferentes. No sólo en nuestra genitalidad, en nuestro porcentaje promedio de masa muscular y hasta en nuestro ADN, sino en nuestra estructura cerebral. Mucho más divertido e interesante que mi posible explicación, es este video de Mark Gungor que les recomiendo y adjunto:




Claro, después la cultura reproduce muchas de estas realidades. Entonces resulta clarísimo que las diferencias no son sólo naturales, sino también culturales. Pero son primero naturales. Hay diferencias naturales entre varones y mujeres: físicas y psicológicas. Y no hay nada de malo en eso. Somos diferentes. Enojarse con eso es no aceptar lo que somos.

Que seamos diferentes no quiere decir que no tengamos la misma dignidad. No quiere decir que no seamos igualmente valiosos y capaces. No quiere decir que uno sea cualitativamente mejor que el otro. Iguales en dignidad e iguales en el respeto que se nos merece, pero diferentes.

Creo que todavía hay mucho por hacer en eso que se llama "igualdad de género" y que yo prefiero llamar igualdad sexual. Es cierto que no se reconoce de la misma manera a la mujer en muchos ámbitos, por hacer las mismas cosas que hace un hombre. Hay situaciones injustas que deben ser conocidas, denunciadas y, urgentemente, modificadas.

Vayamos a la pregunta ahora: ¿tenemos que ser exactamente iguales? Y afirmo, en lo que respecta a respeto y dignidad, al reconocimiento, etc., un rotundo SÍ. En el resto, no. Tenemos que ser diferentes. Me da la impresión de que muchas veces campañas que luchan por algo tan bueno como la igualdad de dignidad, confunden todo en una igualdad absoluta y radical. Y siendo un hecho que, socialmente, se valoran más algunas formas de ser masculinas, se tiende a una masculinización de la femineidad: se valora un tipo de mujer que funciona como un hombre y no con las capacidades más propias que podría aportar desde su sexo. Y esto es un gran error. Tenemos que luchar por la igualdad de las mujeres, respetando lo que las mujeres son, que no es ni mejor ni peor que lo que es un hombre, es diferente. Así, se nos ampliaría un universo de posibilidades y se multiplicaría la capacidad de resolución de situaciones problemáticas. Si mujeres y varones aportamos lo propio desde nuestra diferencia, nos complementamos. Si somos iguales, nos repetimos.

En algunos casos, incluso, se tiene que luchar por la igualdad sexual a favor de los hombres. Sí, tal como lo escuchan. El sector de la educación es uno de ellos, ya que la escuela actual premia cualidades que son estadísticamente mucho más comunes en las mujeres: prestar atención, quedarse quieto, ser prolijo y aplicado, la estudiosidad, el silencio. Razones por las que la deserción escolar es, en su mayoría, masculina.

La lucha por la igualdad está haciendo mucho bien. Yo valoro y defiendo la igualdad de reconocimiento entre varones y mujeres. Pero si me paro en el punto de vista y en la cosmovisión antropológica desde la que se defienden, puedo decir que se están manteniendo ciertas situaciones que son contradictorias: si hombres y mujeres fuéramos exactamente iguales en todo, ¿por qué, en un divorcio, como principio general, la madre se queda siempre con los hijos, dejándole al padre la oportunidad de visitarlos o de estar con ellos esporádicamente? ¿Por qué es gravísimo golpear a una mujer pero no tan grave pelearse con un hombre? ¿La caballerosidad se puede considerar como un tipo de discriminación o de sexismo? Y acá me parece que es donde, con toda claridad, se hace patente lo que señalo y propongo, porque cada una de estas situaciones tienen su sentido y un fundamento, por lo que creo que está bien que un niño pase más tiempo con su madre, por el que es innegable que a las mujeres nunca se las maltrata -nunca- y, definitivamente, un gesto de caballerosidad no es sexismo, sino educación y buen gusto. Trabajemos no por igualdad absoluta, sino por misma dignidad e igualdad en reconocimiento, pero aceptación y valoración de las diferencias.

Ojalá lo podamos entender, para saber complementarnos y aceptarnos en nuestras diferencias con salud y alegría.

Para terminar, comparto un video divertido que señala algunas diferencias cotidianas y que espero que nadie considere ofensivo, discriminatorio o sexista (nadie, ni varón ni mujer...):



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