viernes, 25 de febrero de 2011

La lección que la escuela no aprendió

(Compañeros docentes, este es un escrito de protesta y auto-crítica, en pos de una mejora para nuestro sistema. Si alguien se siente ofendido por lo aquí expresado, después de insultarme, preguntesé porqué se está sintiendo afectado por las líneas que siguen y que no son más que una opinión y una mirada -llamada a complementarse con otras- de una realidad compleja y enmarañada...)

Empecemos.

El mundo cambió. Y sigue cambiando. En este momento lo está haciendo. Rapidísimo.

Hace sólo un cuarto de siglo, cuando yo andaba en pañales por la casa, en nuestro país no había computadoras, no había dvd´s, -ni siquiera videocaseteras-, no había microondas, ni cafetera, no había Internet ni Google, obviamente no había wifi, bluetooth, ni chats, ni MSN, ni facebook, ni blogger, ni Twitter...

Las únicas enciclopedias que conocíamos eran unos libros gigantes, que estaban numerados en el lomo, que ocupaban la mitad de la biblioteca de la casa. Ni siquiera había llegado Encarta.

Tampoco había televisión por cable y el cubo de Rubick era una novedad. Cubo que se pagaba en Australes, porque no había ni pesos.

Cuando mi madre tuvo que pasar cinco meses en cama por un problema con el embarazo de Matías; leía, tejía, bordaba y, lo único que le faltaba para ser la señorita de San Nicolás, era abrir la puerta para irse a jugar (cosa que no podía hacer porque necesitaba reposo absoluto).

No había celulares, que se hicieron masivos y populares hace no más de ocho o nueve años. (Por eso, cuando, como adolescente, quería organizar una salida, todavía tenía que repetir el viejo ritual: "Hola, ¿con lo de ...?, ¿está ....?". Ni que hablar de llamar, por primera vez, a la casa de una mujer... Todo un problema). No soy nostálgico, pero prácticamente para el único para quien suena el teléfono en mi casa, hoy, es para mi hermano menor de seis años, que es el único sin celular y quien no tiene ni la más remota idea de quién es la señorita de San Nicolás. Evidentemente, el mundo cambió...

Hace veinticinco años la información estaba en los libros y en los adultos. En las bibliotecas y en los estudiosos. El único acceso al aprendizaje estaba en la educación formal.

Pero como el mundo cambió, hoy existe Internet, y hasta wifi, existen Google y Wikipedia, hay muchas enciclopedias online. Los estudiantes hacen un trabajo mientras que, al mismo tiempo, miran las fotos -digitales, no saben lo que es revelar un rollo- que un conocido subió a Facebook y lidian con las ventanas emergentes del MSN. Y como el mundo sigue cambiando, en unos años estos programas van a ser vetustos y nos va a dar una mezcla de vergüenza y risa nombrarlos (para no sentirnos tan "viejos" y desactualizados), como nos pasaría si pusiera, como ejemplo, el icq.

Pero, la educación.... ¿Cambió?

Entro al colegio, mi lugar de trabajo, el cual amo, y percibo una onda retro. Me siento en una película setentosa -no sólo por los contenidos que los K quieren imponer sino- porque en los colegios sigue habiendo pizarrones y tizas. Guardapolvos, formaciones e himnos. Timbres, boletines, bibliotecas y recreos. Me gusta esa onda retro porque me hace sentir "como en casa" y me da un sentido de pertenencia e identidad, tal como el que, me imagino, siente un futbolista cuando entra a la cancha o un empresario en una reunión de negocios importante. Pero me siento en los setenta, principalmente -y este es el lado no tan positivo del rebobinado existencial-, porque en los colegios siguen estando las mismas profesoras, año tras año. Y el problema no es que sean las mismas buenas personas, sino que son absolutamente iguales en el modo en como trabajan, año tras año. Ajenas al universo que deviene, ellas son inmutables en su práctica profesional. No quieren formación docente, ¿para qué? Si ya saben todo lo que tienen que saber. No quieren trabajar de más ni perder su tiempo con estas ideas nuevas e innecesarias. No valoran las jornadas pedagógicas. Están cansadas de las quejas de padres y estudiantes, pero ellas se pueden quejar de todo lo que cambió la sociedad y, especialmente, de estos nuevos maleducados que tienen por alumnos: "Ay, en mi época, mirá, si yo le hubiese dicho algo así a una profesora... Expulsión inmediata". Las viejas profesoras no necesitan aprender sobre nuevas metodologías ni tienen porqué saber qué es un blog. Su método de enseñanza es el mismo que ellas recibieron cuando eran alumnas primarias, el mismo que ellas recibieron cuando eran alumnas secundarias y el mismo que ellas recibieron -y en el que las formaron- cuando fueron al profesorado. ¿Por qué cambiar esos tan exitosos métodos de enseñanza?

Y quizás porque el mundo cambió... Y porque va a seguir cambiando, por más que a los docentes no nos guste que el mundo cambie más rápido que nosotros, que tantos años de formación necesitamos para llegar a ser esto que somos.

Y quizás, sobre todo, porque la escuela de Sarmiento está pensada para la época de Sarmiento y no para la nuestra. Quizás no sirve para nada usar tanta la memoria en la era de Internet, donde es más meritorio saber encontrar los contenidos y tener el suficiente juicio crítico para distinguir qué fuentes son fidedignas y cuáles no. Quizás haya que buscar una escuela que favorezca más participación en los alumnos y no actitudes tan receptivas: ellos son parte del mundo 2.0, opinan sobre todo, dan referencias y discuten en foros. Opiniones aparte, nos guste o no nos guste, ellos son así. ¿Por qué, en este sentido, la escuela tiene que ser diferente a la sociedad donde la escuela está ubicada? (En otros sentidos, me parece clave que la escuela sea diferente a la sociedad donde está ubicada)

Y lo que los chicos aprenden en el colegio no les resulta significativo. Que es una manera muy elegante de decir que no les importa un comino porque no sirve para nada... Y lo peor, sobre muchas cosas, la crítica es cierta. La escuela, que antes educaba y preparaba para el mundo, ahora sólo es un sello, un certificado de título en trámite y un paso innecesario hacia lo que "realmente" sirve e importa.

Y nos sorprende que la escuela sea muy poco atractiva para nuestros alumnos. Seamos francos, para ellos no sólo no es atractiva, es horrible. Y algo anda mal. Muy mal. Porque la escuela no puede ser horrible. Tiene que ser gloriosa.

Sí, es cierto, es un fenómeno polifacético. Echarle la culpa de todo a la escuela es un error análogo al que cometemos los docentes cuando le echamos la culpa de todo a los cambios en la sociedad o a las familias...

Las familias cambiaron. Por eso, la sociedad, inevitablemente, cambió. Sobre eso no podemos hacer mucho. (Podemos formar jóvenes con buenos valores, rectos, que cambien la sociedad de nuevo, sí. Pero aquí y ahora, en concreto, ¿qué podemos hacer?) No es una variable que podamos manejar. No nos quejemos más de la sociedad ni de las familias porque no podemos cambiar el mundo protestando. Preguntémonos: ¿qué podemos hacer nosotros por nuestros alumnos? ¿Cómo hacemos para motivar y despertar interés en estos alumnos, que vienen de estas familias y que viven en esta sociedad, que para bien o para mal, es la sociedad en la que está nuestra escuela? Tenemos dos opciones: o les enseñamos con los mismos métodos con los que nosotros nos formamos, hace un cuarto de siglo, porque es la única manera de aprender, porque es el único modo de "ser inteligente" y "de tener un futuro", porque tienen que estar callados, en silencio, tomar nota y repetir. O... Cambiamos también nosotros.

Para bien eh... Tranquilas queridas señoras compañeras profesoras. (Sepan, antes que nada, que yo las respeto y las quiero mucho). Que los cambios pueden ser para mal o para bien. ¿Por qué no cambiamos para bien? ¿a qué le tenemos miedo?

Cuando las cosas no funcionan, hacen falta cambios... Si un equipo juega mal, cambia la estrategia. Si una empresa no vende, cambia la estrategia. Si un hombre no conquista a una mujer, cambia la estrategia. Ahora, si nuestros alumnos no aprenden; se rebelan; son tan sinceros que nos repiten, hasta el hartazgo, que están aburridos; los resultados de los exámenes de PISA son cada vez peores; nos "enfrentamos" a cursos cada vez menos interesados y más apáticos, que le encuentran nulo sentido a la etapa escolar, ¿qué hacemos? ¿seguimos repitiendo el mismo esquema que ya pide a gritos un cambio porque no está funcionando? No me parece una buena idea.

¿Y por qué no queremos cambiar? Si queremos el bien de nuestros alumnos. ¿Será porque así, ante tanta apatía, no se notan nuestras propias falencias?

Y sobre todo, ¿qué hay que cambiar?

¿Los valores, virtudes o actitudes que enseñamos? No. El respeto, la cortesía, la honestidad, el sacrificio, el esfuerzo, la magnanimidad, el pudor, el sentido del honor, el patriotismo... Son valores universales y necesarios.

¿Los contenidos? Como si la verdad cambiara porque cambia la sociedad... Tampoco. La historia sigue estando ahí, esperando ser conocida. La filosofía quiere seguir haciendo pensar. La problemática y solitaria matemática aguarda futuros alumnos, ilusionada de que alguien, por fin, la ame. No obstante, sí me parece que hay que cambiar algunos enfoques. Nuestra escuela es hija de un paradigma muy enciclopedista. No sé si hace falta saber tantas cosas. Hace falta saber pensar... Y para pensar hace falta que rompamos nuestros propios moldes enciclopedistas y enseñemos y evaluemos de maneras nuevas. En vez de darles el pescado (el contenido -el millón de contenidos- ya trabajado, seleccionado, articulado y hasta masticado y simplificado), démosle a nuestros alumnos la caña de pescar que es tener sentido común, juicio recto, criterio, saber pensar, analizar, buscar y elegir fuentes, etc.

Lo que hay que cambiar son los métodos de enseñanza. ¿Por qué la escuela no puede ser un centro de producción en vez de uno de reproducción del conocimiento? Si las cosas que menos nos olvidamos y, sobre todo, que más valoramos y más significativas nos parecen, son las que descubrimos por nuestra propia cuenta. Y así, los alumnos estarían más interesados, quizás faltarían menos, quizás estarían mejor dispuestos... Porque cuando uno mismo hace y alcanza las cosas, cuando ese logro implica un esfuerzo que se completa en el objetivo buscado, sentimos satisfacción. Esa satisfacción que sienten los estudiantes de arquitectura cuando terminan una buena maqueta. Esa satisfacción que siente un escritor cuando termina un texto bien logrado. La misma que sienten los artesanos cuando sus objetos reflejan belleza y los deportistas, más allá del resultado, cuando terminan un partido. Y la escuela, hoy, sólo les da una satisfacción a nuestros alumnos: el 30 de Noviembre, cuando se terminan las clases... Algo anda mal. ¡Y no estamos cambiando!

Y lo curioso es que hace cinco años que el Estado viene sobrecumpliendo con el presupuesto educativo (traduzco sobrecumpliendo: pone más plata de la que se supone que iba a poner cuando se planificó el presupuesto).

Y lo curioso es que la mayoría del presupuesto es para nosotros, los docentes. Los que no queremos cambiar.

Y lo curioso es que la gente que más se está pasando a la educación privada, es la que pertenece a los dos quintiles más pobres de la población. (el 40% más pobre, al que más le cuesta pagar por la educación, ya se dio cuenta que la escuela argentina inclusiva, social y para todos era la de Sarmiento, no la del siglo XX, menos la del XXI...)

Y lo curioso es que los padres no intervienen, no forman consejos ni asociaciones de padres, no se agrupan y no luchan por sus derechos ni por el de sus hijos.

Y lo curioso es que la educación nos interesa a todos, pero estos datos no los conoce nadie. Ni los de Pisa, ni los del presupuesto, ni los de la deserción escolar, ni los índices de repitencia, ni los de la cantidad de gente que abandona la escuela pública hacia la privada.

Y lo curioso es que no cambiamos. Ni los docentes, ni los padres, ni las familias, ni la sociedad, ni los adultos. Y lo más curioso es que nos quejamos de los chicos: "que cambien ellos", que vuelvan 25 años atrás a un sistema que nos queda cómodo a nosotros... Pero que no cumple con su función. Nos quejamos de los chicos.

En mi casa no hay muchas herramientas, no somos muy prácticos. Pero cuando algo se rompe, se arregla o se tira. La escuela no se puede tirar. Arreglemosla... Cambiando. Así le damos la posibilidad a ese casi millón de argentinos, jóvenes, que no estudian ni trabajan, de tener un futuro más parecido al que nosotros soñamos y, probablemente, alcancemos.

No es sólo una cuestión de políticos ni ministros. Es un cambio social. De todos y para todos...

Ministros, asesores, legisladores y políticos en general: basta de maquillaje, medidas en serio para la educación. Jornada completa, práctica de deportes, un segundo idioma en serio, sigan adelante con el plan conectando igualdad (pero formennos a los docentes. Nos da vergüenza asumirlo, pero los chicos saben más sobre esas nuevas computadoras que nosotros), formación docente competitiva y que fomente el crecimiento profesional (si da lo mismo trabajar bien que no hacerlo, ¿cuál es la motivación para hacerlo bien?). Hay tantas cosas por hacer. Háganlas.

Padres, formen uniones de padres, como existen en muchos países con buenos resultados académicos. Luchen por los derechos a la educación de sus hijos. No se quejen cuando a un hijo suyo lo exijan. Estimulen.

Docentes, seamos más imaginativos a la hora de proponer nuestras reivindicaciones salariales, que defiendo y creo necesarias: respetemos los 180 días de clases. Ir a nuestro trabajo vale la pena. Vayamos. Es nuestra vocación (y nuestro deber). Formémonos, hagamos carrera docente, crezcamos en nuestra profesión.

Alumnos, no es tarde, dennos una segunda oportunidad porque se está haciendo demasiado evidente que no aprendimos esta lección.

El mundo va a seguir cambiando y la escuela se va a tener que adaptar. Nos guste o no nos guste. Porque si deja de cumplir con su objetivo, que es el de educar, no sirve. Puede ser comedor, club de amigos, centro de reuniones comunitario y tener mil otras facetas, pero si no educa, es humo. Si no educa, a la larga, va a terminar en el mismo lugar que esas enciclopedias, libros gigantes, numerados en el lomo: adornando un lugar en la biblioteca y recibiendo un plumerazo de vez en cuando. Enciclopedias donde hablan de una teoría de Darwin que dice algo así como que si las especies no mutan y se adaptan a las circunstancias siempre cambiantes de la realidad, mueren. Y sería una pena que a la escuela le pase eso y las aulas queden vacías. Porque voy a perder un gran amor...





lunes, 21 de febrero de 2011

La foto del viaje

Mientras volábamos de vuelta, entre una siesta y un rato de lectura, íbamos mirando las más de dos mil fotos que habíamos sacado, recordando distintos momentos, comentándolas y debatiendo sobre cuál era, a juicio de cada uno, la mejor.

No nos pusimos de acuerdo sobre cuál era la mejor foto del viaje. Hay muchas que son lindas. Hay algunas donde los dos salimos, definitivamente, mejor que en la que yo elegí. Hay paisajes más impresionantes, personajes más exóticos, momentos más significativos. Pero la foto que mejor resume nuestras andanzas por la India, es la que comparto con ustedes.

No es fácil resumir un viaje en una foto... 

El temporizador de mi cámara tiene dos opciones: dos y diez segundos... Les voy a contar una historia de diez segundos. 

¿Diez segundos? Sí, porque en este viaje, un día vale una semana. Y cincuenta días son un año de experiencias y recuerdos.

Lugar: los ghats de Varanasi. Si hay una ciudad que, para mí, es un resumen de la India, es Varanasi. Y si hay un lugar de Varanasi que es un símbolo de la ciudad, estás en los ghats. Los ghats donde pasa todo y se resume la vida. Los ghats que te enfrentan y te obligan a replantearte las preguntas fundamentales. 

Momento: 30 de Enero, a más de un mes de haber llegado. Porque a la India hay que ir con tiempo (cincuenta días, nos quedaron cortísimos). Porque acostumbrarse a cambios sociales y culturales tan grandes toma unos días, un par de semanas quizás. Empezar a disfrutar las diferencias, nos tomó prácticamente un mes.

Puse el trípode ridículamente chico -de diez centímetros- que llevo a todos los viajes sobre una pared de un metro y le pedí a Guada que se parara donde me parecía mejor, como para calcular el tamaño de nuestras figuras delante de los ghats. Las mujeres estaban lavando los saris y los chicos nos miraban y sonreían. El día estaba clarísimo, eran las dos de la tarde y hacía algo de calor para ser invierno. 

Apreté el disparador y corrí al lado de Guada. Recorrí los tres metros que nos separaban en dos segundos. Tenía diez segundos, pero igual quería llegar rápido y abrazarla. 

Faltaban ocho. Tiempo suficiente para que uno de los chicos, movido por la curiosidad típica de la niñez (y curiosidad que es también una nota a destacar de todos los hindúes), se acercara a la cámara y mirara la imagen por la pantalla. ¿En qué lugar del mundo vimos alguna vez un niño al que algo le llame la atención y no lo toque? No podía ser la excepción. Viró el trípode, casi tirando la cámara, se asustó y nos miró, sonriendo.

Si bien nuestra atención estaba puesta en la cámara, a la distancia podíamos ver de reojo la columna de humo que se levantaba desde el ghat de las cremaciones más pequeño. Algunas vacas deambulaban por ahí y varios hombres jugaban a las cartas. 

Faltaban tres segundos para inmortalizar el momento. El temporizador nos avisaba que el momento se acercaba mediante el brillo incesante y regular de una lámpara naranja que se prendía y apagaba contando cada segundo. 

Su madre le empezó a gritar. El chico, asustado, saltó, volviendo a casi tirar la cámara. Nosotros, relajados, nos reíamos de la situación que, accidentalmente, habíamos causado. La hermana del niño, que estaba cinco metros atrás nuestro, se dio cuenta de la situación y empezó a correr, a las carcajadas, mientras gritaba algo incomprensible por doble motivo: por estar en hindi y porque, al ser tan chiquita, se le entendía incluso menos que al resto. Una pareja de turistas miraba la situación mientras se les dibujaba una sonrisa en la cara (nunca supe si por la situación en sí o por el tamaño insólito del trípode que insisto en llevar a todos los viajes).

La India siempre te sorprende. Para bien o para mal, pero siempre te descoloca y te obliga a replantear las situaciones y los problemas. La foto es un signo de eso, por eso está torcida, por la curiosidad y la inocencia de un niño que yo no había visto, que casi tira la cámara dos veces en ocho segundos. Y está torcida porque muchas veces las cosas más lindas y que más amamos, no son las que mejor nos salen ni las más perfectas. La India es reírse ante los imprevistos y aprender a disfrutarlos. Es parte del programa y de la situación.

La luz naranja sigue marcando el curso de lo inevitable. Un segundo.

Era un día increíble, estábamos disfrutando un imprevisto, no temíamos que la máquina se golpeara. Estábamos juntos en una foto, cosa no siempre fácil de lograr en un viaje de a dos... Sonreíamos con naturalidad, no con la sonrisa a veces forzada que ponemos en las fotos así salen más lindas. La India en la ciudad más simbólica. Con niños en el medio y atrás, también sonriendo. A las dos de la tarde, a un mes de haber llegado. Los ghats y todo lo que implican y evocan. Los colores por doquier, los aromas que casi podemos volver a sentir. Desde Buenos Aires miro por la ventana la luna llena, sonrío, una lágrima traicionera se me escapa por el lagrimal izquierdo. La intensidad de las vivencias se resumen no en palabras, sino en el poder de esta imagen. La vuelvo a mirar y la India vive en mi cuarto, se me metió en el corazón. Sin permiso, invasiva, pasional, única, dolorosa, viva, tan humana. Tan lejos y tan cerca...


Flash. 












domingo, 20 de febrero de 2011

¡Bienvenida libertad!

Y permitanme opinar sobre política y actualidad...

Hay quienes están asustados. Quienes tienen miedo que se arme un polvorín y estallen guerras. Quienes piensan que ahora el mundo árabe puede virar hacia su veta más extremista (y, por tanto, menos realmente islámica). Entiendo que Israel esté incómodo. Europa también debe estar sorprendida, mirando de reojo qué es lo que está pasando ahí abajo, en la parte de arriba de ese continente negro y pobre.

Se rebelaron todos. ¡Se pudrió todo! Enhorabuena. Porque el destino de los pueblos tiene que estar en la mano de los pueblos. ¡Bienvenida libertad! Les van a disparar, van a intentar reprimirlos, los van a golpear y a matar. Pero quieren ser libres, así que no hay pólvora, bala ni tortura que los vaya a frenar. Francisco Suárez, el Doctor Eximius granadiense, estaría tan feliz, porque ya en el mil quinientos y pico innovó y fue el primero en decir que el único dueño de la soberanía de un pueblo es el mismo pueblo. Nadie más. Nada de reyes divinos ni dictadores eternos. Así que basta de tiranos y de usurpadores. Al pueblo lo que es del pueblo. Y que después se haga cargo de lo que libremente elige, para bien o para mal. El destino a su manos.

Yo miro lo que pasa en el mundo árabe con alegría. Que puede ser doloroso, no caben dudas. Todos los cambios son así... Pero alegrémonos de este movimiento cultural, de jóvenes, buscando un cambio necesario, que pretende enfrentarse a gobiernos corruptos, represores, que recortan libertades, en países paupérrimos (que es la forma elegante de decir "pobrísimos") con gobernantes billonarios... Celebremos esta revolución francesa en versión árabe, que además es pacífica (para los que piensan que todo lo islámico es violencia... Tapita tapón, nos están cerrando la boca a todos). Doble mérito, a la valentía y al modo correcto.

Occidente, ¡qué vergüenza tu silencio! Millones de personas reclamando los valores de los que siempre hablás y vos mirando para otro lado, después de haber mirado para otro lado y haber mantenido el status quo de una situación injusta durante décadas. Timerman twiteate algo de esto, por Dios... Quisimos imponer la democracia, mediante la guerra, en Irak y Afganistán, pero a la hora de felicitar al pueblo egipcio o al tunecino por luchar ellos mismos por la democracia que tanto amamos, nadie dice nada. Que contradicción. Y qué triste... Tan cerca y tan lejos de Europa.

Israel, si pudieras ver esto como una oportunidad en vez de como una amenaza, te harías, para el mediano plazo, de un gran apoyo popular en el mundo árabe. Apoyo necesario y hoy extraño. Imaginate sosteniendo y cimentando los levantamientos en esos países, ¡cuán agradecidos estarían el día de mañana! Lo mejor que te podría pasar, de hecho, es una democratización de los países de la Liga árabe. Ojalá puedas aprovechar esta gran oportunidad... Es un gran momento, además, para liberar el West Bank, que sabés que no te pertenece y que causa una situación objetivamente injusta para las poblaciones palestinas, escindidas unas de otras por muros que parten familias al medio.

Qué linda es la libertad política. Qué bueno es poder expresarse, sin censuras. Haciéndote cargo de lo que decís. Qué importante es poder elegir a tus propios representantes. Elegir cómo vivir, qué creer, a quién votar, qué decir. No es un privilegio sólo para occidentales ni para gente bien formada, es un derecho humano fundamental. Porque la libertad es un propio: es algo que se desprende necesariamente de la esencia del hombre. Somos libres. Obvio que nuestra libertad no es infinita, sino que es limitada: tiene límites físicos, psicológicos y morales. Pero más allá de nuestros límites, somos libres para desarrollar nuestra esencia según la vocación que nos convoca. ¡Bienvenida libertad! Ojalá hayas venido para quedarte... Acá, en Egipto, en Irán, en Cuba y en el mundo entero. Porque la esencia humana es universal y las necesidades fundamentales para el desarrollo más pleno del hombre son iguales para todos.

Libertad falible, finita, limitada, humana. Una libertad amable, por quien vale la pena dar la vida. Libertad, liberada de las cadenas de gobiernos corruptos anquilosados por años y años. Qué buen uso hicieron esas multitudes de esa libertad. Multitudes que reclamaron, en paz, por lo suyo. La soberanía es del pueblo y de nadie más. Libertad que restituyó la soberanía al pueblo y que hizo de este mundo, a veces tan cruel, uno un poco más justo. Porque la justicia es darle a cada uno lo suyo y esa soberanía volvió a quien le corresponde... Libertad que resignifica y vuelve a cargar de emoción y de sentido a mi propio himno, el argentino. Así, mientras cierro los ojos, resuena en mi cabeza, con fuerza el grito sagrado: "Libertad, libertad, libertad".
Bienvenida...

jueves, 17 de febrero de 2011

Desmitificando al Che

Hoy me voy a poner un poco nihilista.

Porque es fácil deconstruir instituciones, relativizar principios y desmitificar dogmas, pero hay gente, ideas y principios de los que nadie habla... No sé si es políticamente incorrecto, es erróneo, no corresponde, es anarquista, pelotudo o ingenuo. Sinceramente, no lo sé. Pero me llama la atención que no nos replanteemos, ni siquiera nos preguntemos, ni nos cuestionemos ni critiquemos ciertos sistemas filosóficos y a ciertas personalidades de nuestro mundo.

El Che Guevara es uno de esos intocables.

El "Che" del que escriben libros y loas. El de las banderas en la cancha y en los recitales. El de las remeras, no sólo en Argentina, sino en el mundo entero. Las mismas remeras que se venden a precios capitalistas en los países más consumistas del mundo. El "Che" que ahora también tiene un libro para niños en nuestro país. El que dicen que tiene algo que ver con San Isidro, que jugó al rugby y se conmovió con la pobreza (cuántas cosas tenemos en común después de todo, ¿no?). El Che Guevara, Ernesto, ese que es una de las figuras paradigmáticas de nuestra cultura, tanto que en la feria del libro de Frankfurt el año pasado, tenía un stand especial para él. No podía dejar de estar en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, en la Casa Rosada. Una de las fotos tìpicas de la Habana, llevan la marca de su gigantografía, claro, con algún turista pudiente, sonriendo, delante. Hasta el cantante de Los Rancheros dejó una leyenda de amor eterno en una pared que tenía la siguiente leyenda pintada: "Escapemos de esta vida, viva el Che y los Rolling Stones".

¿Por qué se lo admira? Dicen que el rosarino era un idealista. Y en eso estoy totalmente de acuerdo. Quería un mundo, desde su concepción, mejor. Anduvo por varios países latinoamericanos y hasta en el Congo luchando por eso en lo que pensaba. Innegable. Luchó hasta la muerte por lo que creía. Dio su vida por sus ideales. Nadie puede rebatir argumentos como estos... No parece que haya mucho que desmitificar después de todo...

¿Un héroe? Y acá empieza el trabajo del nihilista. Deconstruyamos y volvamos a hacer. No. Ningún héroe.

Mis héroes, por lo menos, son distintos. Puede que también luchen por lo que piensan y que sean idealistas, pero esa no es una condición necesaria para el heroísmo. Tanto Osama Bin Laden como la Madre Teresa fueron idealistas y lucharon por lo que pensaron. La cosa es entender qué piensan, ver qué medios utilizan y pensar si eso es o no un bien para todos. Para ser más claros: Hitler, Stalin, Trotsky, Mussolini, Galtieri, Bush, Mandela, Gandhi, Jesucristo, Buda, Lech Walesa, Néstor K: fueron todos idealistas (de las más diversas ideas e ideologías) y todos lucharon por lo que pensaban, varios de la lista incluso dieron su vida por ser fieles a sus principios... No alcanza con ser idealista, ser coherente y luchar por lo que uno piensa hasta dar la vida para ser un héroe. Definitivamente, no alcanza.

Los héroes no matan a los que piensan diferente. Son creativos. Empuñar armas es de cobardes, no de machos. Es mucho más fácil ser idealista detrás de un arma. Héroes son Gandhi, Martin Luther King, Lech Walesa, la Madre Teresa... Nunca un arma. Y lo curioso es que en el proceso de libertad de India, Gandhi compartía la escena política con grupos que tenían los mismos ideales libertarios que él, pero estaban armados. Y no triunfaron. Porque el odio no gana nunca. Esa es la lección de Mandela, quien durante su juventud armada sólo consiguió casi treinta años de cárcel, pero que después de su liberación, llevó a cabo un discurso pacífico que lo llevó a ser el primer presidente electo por sufragio universal, logrando la igualdad entre blancos y negros en Sudáfrica. Las Panteras negras en Estados Unidos querían la igualdad que consiguió la vida de Luther King. Lech Walesa no fue un terrorista, pero sí un pedazo de revolucionario. Porque en la Polonia comunista sí había que ser macho para poner un sindicato y luchar por los derechos individuales y colectivos. No sé porqué no hay remeras con la cara de ellos. Para mí, fueron mucho más valientes.

¿Será un tema de fines? Tampoco creo que pase por ahí... El Programa de diez puntos que pretendían lograr las Panteras Negras en EUA es un canto a la libertad. No lo conoce nadie, aunque está en Wikipedia. No pedían mucho: que la policía no les pegue, educación decente y de calidad para las comunidades afroamericanas, vivienda, salud, empleo...  Parece casi una Constitución de cualquier país lógico. Pero lo pedían a los tiros y no les hizo caso nadie. Lo bueno de vivir en democracia es que podemos ser una sociedad multicultural, donde cada uno puede vivir bien, en libertad, proponiendo sus puntos de vista, demandando sus derechos, según los ideales normativos que considere mejores. Pero no nos olvidemos que hay algunos que son universales... No podemos matar al diferente. Me llama la atención que quienes denuncian la colonización, quienes ponen como ejemplo máximo de intolerancia a la Inquisición, después defiendan al Che, que quiso desarmar sociedades e instituciones con las que no coincidía, a los tiros, mediante las armas y la muerte. Eso es intolerancia también. Ni hablar de falta de imaginación para proponer alternativas constructivas y superadoras. Eso es violencia. En el capítulo II de La Guerra de Guerrillas (y sí, para poder criticarlo y desmitificarlo, primero hay que leerlo), dice cosas que no me gustan: "Dentro del andamiaje de la vida combatiente, el hecho más interesante, el que lleva a todos al paroxismo de la alegría y hace marchar con renovados bríos, es el combate. El combate, clímax de la vida guerrillera, se produce en el momento oportuno en que ha sido localizado e investigado algún campamento enemigo lo suficientemente débil como para ser aniquilado". La aniquilación no puede ser nunca sinónimo de alegría. Mis héroes son mucho más ingeniosos y, definitivamente, menos alegres. En este sentido, amargados en realidad.

Yo no lo odio al Che Guevara. Me parece que es fruto de una sociedad estrecha, que veía todo en blanco y negro y que no fue muy ocurrente a la hora de encontrar alternativas para todos. Entiendo a quienes lo idolatran, pero sepan que no comparto, en lo más mínimo, la razón de su latría.

Porque se puede luchar por una sociedad más justa desde adentro. Se puede redistribuir la riqueza, se puede procurar viviendas dignas, mejorar infraestructura, combatir el hambre y la desigualdad. Se puede educar, a todos, en calidad. Se puede ser un subversivo y dar vuelta todo, desde dentro. Como decía Martin Luther King: "No se olviden que todo lo que Hitler hizo en Alemania, fue legal". Si ese hombre, desalmado, inhumano, si esa bestia logró convencer a todo un pueblo de cambiar un marco legal, una estructura, una sociedad, un modo de vida... ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros, que buscamos una sociedad mejor en serio? Podemos hacer que cambie todo un sistema, desde dentro. Dentro del marco de la legalidad. Y no hace falta tirar ni un tiro, ni siquiera tener guardaespaldas... Yoyo Riva es uno de mis héroes. Concreto, humano, falible, idealista, alcanzable, luchador, revolucionario. Trabajó en el Techo para mi País acá en Argentina, en Chile y ahora en Colombia. Dentro de poco vuelve. Me haría una remera con su cara, no con la del Che. Además, tiene cara como para una remera: pelo como el de Valderrama, colombiano de nacimiento, cara de pensador y sueños grandes. Quizás lo haga. Hay muchos héroes como él, desconocidos, pero héroes al fin.

Y sí, hay quienes comparan al Che con San Martín. Los libertadores... No creo que San Martín hubiera estado a favor de la guerra nuclear ni que se hubiera enojado cuando los rusos retiraron los misiles de Cuba. No sé, pero no creo. No sé si San Martín torturó y mató a los disidentes, dicen que sí, pero no me consta. Videla lo hizo, el Che, que en Guerra de Guerrillas, el libro ya citado, había escrito que, "un herido debe ser sagrado, curársele lo mejor posible -salvo que su vida anterior lo haga acreedor a un castigo de la magnitud de la muerte, en cuyo caso se procederá de acuerdo con los antecedentes del sujeto-", después torturó y mató a los prisioneros cuando estaba en la Comisión Depuradora (qué nombre para una comisión...) habiendo triunfado la revolución sobre el gobierno de Batista en Cuba (que, dejenme decirlo, era un gobierno de última...). La Cabaña no fue muy diferente a los centros de detención donde torturaron a los desaparecidos. A los disidentes los torturó y los mató. Como Videla. Se nota que eran muy pocos los que por su vida anterior no eran acreedores de castigos de tal magnitud como la muerte... A mí no me gusta la pedagogía del paredón de la que hablaba el Che, me pone la piel de gallina el nombre nomás. No es de héroe poner a una persona contra la pared y fusilarlo, me suena a cobardía en realidad. Mis héroes, generalmente, terminan en el paredón donde algún otro violento los fusila...

El Che no es un personaje para estar en un libro de chicos. No es un héroe. Es un mito. Y como todo mito, debe ser desmitificado. Mejor busquemos próceres más constructivos, que nos pongan camino hacia un futuro de concordia y entusiasmo por lo público. Alguien que nos ayude a mancomunarnos por bienes comunes que valgan la pena, como la paz, el orden y la justicia. El Che no pudo hacer eso, no lo pudo hacer antes a los tiros y no lo puede hacer ahora como ídolo pop en las remeras de adolescentes y de algún no tan adolescente, medio trasnochado, que piensa que los fines justifican los medios y que los cambios en la sociedad vienen desde la violencia.


Esta entrada es tan políticamente incorrecta. O quizás sea verdaderamente una entrada políticamente correcta pero un poco subversiva... ¡Y ya me puse contento! Porque se trata de hacer eso, de cambiar todo lo que no nos guste, desde adentro. En paz. Hablando. Persuadiendo. Siendo sinceros. Tratando de entendernos. Con argumentos. Racionalmente. Todas las cosas que la guerra de guerrillas no entiende ni va a entender. La labor del filósofo es la de desmitificar estos mitos que no nos ayudan a crecer como sociedad y la de hacerlo así, con muchas palabras y ningún acto violento. Nada de escraches ni piquetes, signos de una sociedad sin recursos para poder expresarse y debatir. Nada de odios ni rencores, porque hablamos desde el lugar de quienes entienden que podemos disentir en todo pero que hay cosas sagradas, como la vida y su dignidad. Desde el lugar de los que entienden que somos todos parte de un mismo país y que por eso somos hermanos. Que podemos pensar distinto y que no pasa nada. Espero que estás más de mil palabras valgan mucho más que un tiro, una trompada o un insulto. Yo estoy seguro que valen más y por eso, ya ganamos. Esa lección me la enseñaron mis héroes, esos que parecían débiles y transformaron el mundo. Esos que fueron los verdaderos revolucionarios y subversivos desde la humildad y la incomprensión. Los que murieron en manos de los violentos que, enceguecidos, creyeron haberles arrebatado todo sin darse cuenta que los hicieron eternos. Gracias Gandhi, gracias Luther King, gracias Jesús, mi Dios.

Esos me llevan hacia la victoria. Siempre...

Está bueno el tema de las remeras con cara de tus héroes. En la India me compré una remera. No del Che, de Gandhi. De ese que liberó a más de un billón de personas, que hoy son el segundo país más poblado del mundo y la democracia mas grande de la tierra. Ese sí que dio la vida en manos de un violento que pensaba que los tiros cambiaban la realidad. Ese sí que lucho y murió por sus ideales. Ese sí que le trajo libertad a un pueblo y no un dictador de cuatro décadas (casi cinco ya). Claro, nadie es perfecto, algún defecto tenía que tener, uno que no tuvo el Che y que, quizás, no tuvo Dios. El mismo defecto que Yoyo. Un defecto al fin, que fue que Gandhi, a pesar de su grandeza, no era argentino... 

miércoles, 16 de febrero de 2011

Sobre porqué no hay que achancharse cuando uno se casa

Es un lugar común, a la hora de comer un asado con gente casada, escuchar que alguien hace una afirmación de este estilo: "¿no te vas a comer ese chinchu? Si vos ya estás casado, ¿qué te importa?". Análogamente, al ponernos de novios, a veces hacemos comentarios similares. Pareciera que la gente encuentra pareja y ya no necesita estar muy atenta al cuidado estético. "¿Para qué?" - se preguntan, "si ya estás con alguien..."

Detrás de estas preguntas, se esconde una mirada todavía optimista del matrimonio, que es la que rescata la incondicionalidad del amor de quienes se eligen. "No importa cuán gordo me ponga, mi mujer se comprometió a amarme, en las buenas y en las malas, en la abundancia y en los malos momentos, en la delgadez y el sobrepeso..." Mirada optimista que destaco y defiendo. Es cierto, el matrimonio implica incondicionalidad y es una de las notas más positivas del mismo porque permite que el amor crezca en una dimensión nueva y diferente.

Una mirada no tan positiva, diría: "nunca se sabe qué puede pasar, no te pongas tan gordo, no vaya a ser cosa que te deje de ver atractivo y un día no esté más". Esta postura se fundamenta en un miedo, cosa nunca muy amiga del amor. Además el miedo angustia y mucha gente canaliza la angustia comiendo. Así que pensamientos como este son parte de una bicicleta de mala vibración que sólo trae peores consecuencias...

Es un hecho que los años, definitivamente, no vienen solos. Suelen traer, aproximadamente y para los hombres, entre medio y un kilo cada vez. Lo que en una perspectiva de vida no resulta en una ecuación muy alentadora. Me caso a los (no es anuncio, es hipotético) 28, 29 años, con noventa kilos. A los 50 quizás ande por los 105, no pensemos en más adelante, porque si sigo así, no llego a los 75... Es que como dice mi madre: "no conozco muchos viejos gordos". Yo tampoco.

Sin embargo, encuentro motivos para cuidarse estéticamente durante la vida matrimonial no en el miedo, sino en el amor.

El amor siempre trata de darle al otro lo mejor. Es buscar el bien propio de quien es objeto de ese amor. Si a ella le hace bien tal o cual cosa, como la amo, voy a intenter procurarle esos bienes. Creo que una definición sobre la cual podemos lograr consenso sin mucha discusión es: amor es darle al otro lo mejor que le podés dar. Una de las notas características del matrimonio, es que los cónyuges se entregan a sí mismos. No te doy "esto" o "lo otro", me doy a mí mismo, en un regalo comprometido, para siempre. Pedazo de decisión. Ahora bien, si me entrego a mí mismo y la amo, le quiero entregar mi mejor yo posible. Posible. Claro, con mis limitaciones, problemas, sombras, enfermedades, malos humores y días, inestablidades, etc. Pero mi mejor yo posible al fin. Y mi mejor yo posible implica muchas cosas, que, de nuevo, en lo posible, quiero entregar: respeto, fidelidad, compañerismo, apertura al diálogo, trabajo, etc. y también, mi propio cuerpo...

Y no es lo mismo, más allá de los imperativos de la moda y de los parámetros estéticos de nuestra cultura, pero teniéndolos en cuenta también (no podemos olvidar que vivimos en una cultura determinada que, con sus pros y contras, es nuestra cultura occidental), estar en forma que no estarlo. Dejemos por un momento entre paréntesis la cuestión de la importancia del cuidado del cuerpo en relación a la salud. Estéticamente no es lo mismo. Y como amo a esa persona y le quiero dar lo mejor, me cuido. Porque le quiero entregar mi, estéticamente, mejor yo posible también. Me cuido no porque sea superficial, sino porque amo a alguien. Me cuido, no porque tenga miedo de que me dejen por estar rellenito, sino porque quiero estar lindo para vos. Me cuido no porque me quiero ver bien o porque quiero que me vean bien sino porque quiero que me vea bien ella, a quien me entrego, en cuerpo y alma. Y que cuando me reciba, no sólo piense en que soy amoroso o bondadoso, sino que diga "qué bueno está mi marido". Seamos sinceros, todos queremos pensar eso sobre nuestras mujeres, incluso cuando sean viejas y despuès de sacrificar mucho con la maternidad. Por eso me parece justo cuidarme, por vos, porque te quiero...

Así, espero escucharme decir, muchas, muchas veces: "no gracias. El asado está buenísimo pero ya comí más que suficiente". No por egocentrismo ni por miedo, sino, por amor... 

sábado, 12 de febrero de 2011

El día de los amantes que no están más enamorados

Hombre prevenido, vale por dos. El 14 de Febrero es el día de los enamorados y los últimos dos años, mientras veía en la televisión que miles de personas colmaron restaurantes, rompieron records en ventas de flores y chocolates y salieron masivamente a celebrar la ocasión, escuchaba a mi novia, enojada, decirme: "todo el mundo hace algo para el día de los enamorados, ¿viste? Somos los únicos que no lo celebramos". 

No sé quién lo estableció ni porqué. Sé que hay una discusión sobre si es una fecha pagana, del calendario romano, o una fiesta cristiana. La verdad que mucho no me interesa el debate. No me rebela que se trate de un día inflado marketineramente para generar consumo ni me molesta que la gente lo celebre. No me parece "grasa". Me gustan los chocolates, salir a comer y regalar flores. La cosa tampoco pasa por ahí. Me hace ruido el motivo: "día de los enamorados". Y me hace ruido porque no se si estoy enamorado... 

Los enamorados piensan que su pareja es perfecta. Se levantan pensando en ella, felices, y se van a dormir después de haber hablado un buen rato por teléfono, maravillados por la suerte que tuvieron de haber conocido a una persona tan increíble. Son extremos en las afirmaciones que se hacen y usan mucho las palabras "siempre" y "nunca": "Nunca me voy a cansar de decirte que te amo"; "te prometo que siempre te voy a rascar la espalda mientras miramos la tele". Son extremadamente cariñosos, se dicen continuamente lo que sienten y lo sienten con muchísima intensidad, tanta que desborda, al punto de expresarse su amor en cualquier lado, de cualquier manera. Es lindo estar enamorado. Pero a mí, no me dura mucho...

Me dura dos o tres meses más o menos. Después, claro, tengo momentos de re-enamoramiento, de mayor pasionalidad y expresividad. Pero enamorado, como quien dice enamorado, no estoy. Y lo mejor, me parece que está bueno haber estado enamorado pero no estarlo más (o no estarlo "todo el tiempo"). 

Porque es diferente amar a alguien que estar enamorado. El enamoramiento es ciego. No tener ojos "para nadie ni nada más" es no ver nada. El enamoramiento te impide ver lo que el otro es. Es idealista, ingenuo, naive. Pensar que el otro es perfecto es estar equivocado, porque nadie es perfecto. El o ella, tampoco. Es lindo estar enamorado. Pero es imprudente vivir enamorado. No te deja crecer con nadie. El enamoramiento es un propulsor, te da una inercia terrible, pero no puede durar mucho. Sería algo así como quemar papel: hace una llama grande, que impresiona, pero que dura poco y que no sirve para cocinar nada. La brasa, lenta para hacerse, es más parecida al amor, porque dura mucho más, no es tan "llamativa" pero sí es regular y da las condiciones que hacen posible la cocción. Quien busca vivir enamorado, no tiene otro destino que el de ir cambiando de pareja en pareja, en noviazgos cortos, intensos y frustrantes. El enamoramiento es una fase inicial que nos inclina hacia el amor. Una fase inicial. Importantísima en su lugar y su medida. Ni más, ni menos. El amor, no es estar enamorado, como la vida no es sólo la infancia. Por eso no quiero vivir enamorado, quiero vivir amando. 

El amor no es ciego. Ni siquiera es corto de vista. Te hace descubrir lo que los demas no ven. Te abre a la posibilidad de conocer y develar algo que estaba oculto y parecia escondido, tanto en vos como en otros. Por eso el amor no puede ser ciego, sino todo lo contrario, es clarividente, que significa que ve las cosas con mayor claridad. Te hace ver eso que nadie más pudo ver en esa persona; te ayuda a sacar esa cualidad que sólo pudiste sacar en esta relación; te ayuda a conocer al otro en todas sus dimensiones. Para ser claros, el amor sabe que ella es gruñona, que de vez en cuando se pone media loca, que tiene mal aliento a la mañana y que no hay que hablarle hasta que tome el desayuno porque sino te muerde. Lo sabe y la elige. El enamorado niega esas cosas o no las conoce. El amante las conoce y las quiere. El amante sabe que nadie es perfecto y elije al otro como es. Lo quiere siempre bien, lo quiere siempre mejor, pero lo acepta y lo respeta tal cual como es, con sus limitaciones, sus sombras, sus dolores y sus problemas. Sabe que la gente es lenta para cambiar, si es que puede. No tiene ideas fantasiosas ni sueños imposibles. Por eso el amor no es ciego, es super realista y te permite ver todo el plano, no sólo "lo bueno". El amor, siempre clarividente, te conecta con el otro de verdad, con lo que el otro es realmente.

¡Qué poco romántico es afirmar "no estoy más enamorado" deben estar pensando todas las mujeres! Puede que tengan razón. A mi novia tampoco le gusta que lo diga. Pero un amor maduro implica superar la etapa de idealización y proyectar un futuro alcanzable y realizable. Si espero encontrar a la persona que se adapte a la larga lista de exigencias y cualidades que el enamorado pretende encontrar, me quedo siempre solo. Es imposible encontrar a una mujer o a un hombre perfectos.

No celebro el día de los enamorados como no festejo el día del ingeniero, de la secretaria ni del arquero: simplemente porque no es mi día.

Los casamientos, en cambio, esos sí que los celebro. A mi me encanta que la gente se case. Suena a comentario de mina, pero me encantan los casamientos. Es la verdad. No solo porque conocí a mi novia en un casamiento ni por la comida, por la fiesta, por los amigos de los que se casan, por la alegría general que todos compartimos. Por eso también, pero además lo vivo como un ejemplo de esperanza. Dos personas que se quieren, que tienen un proyecto en común, que dicen: "con vos, siempre". No puede ser un proyecto con cimientos en enamoramientos, sino en amor: concreto, realista y comprometido. Después de todo, compromiso significa eso: meterse con el otro hacia el futuro. "Pro" (más allá de las banderas politicas), en latín, es un prefijo que indica futuro. De ahí también "pro-yecto", "pro-pósito", etc. Celebramos una vida nueva. La vida de quienes se casan, que empiezan a vivirla de manera diferente. El amor, por eso, es la puerta de la vida. Renueva todas las cosas. [Nota: Quienes, por diversos motivos, no creen en el matrimonio, y deciden, por ejemplo, convivir, implícitamente, buscan lo mismo que quienes deciden casarse. Porque no creo que nadie -o pocos- que elija hacer la valija y convivir con otra persona no tenga en mente un proyecto serio (que implica compromiso, respeto, fidelidad, paciencia, ternura, generosidad, etc.) con esa persona...]

Propongo, por eso, un 14 de Febrero diferente. No más un día de los enamorados, sino un día de los amantes que no están más enamorados. Ahí sí me van a ver con un ramo de flores en una mano, un milka grande en la otra, pasando a buscar a mi novia para ir a comer afuera...

viernes, 4 de febrero de 2011

Descansar como los dioses

Al principio de la Biblia, en el libro del Génesis, se narra como Dios creó el mundo. Dice que en el primer día Dios separó la luz de las tinieblas, así hubo una tarde y así sucedió ese primer día. Cada día Dios fue haciendo cosas de lo más agotadoras, desde los océanos hasta los continentes, las estrellas, los animales y hasta que el anteúltimo día culminó su obra con lo mejor: nosotros. Sin embargo, el Domingo (del latín dominus, señor: se traduce "el día del Señor"), Dios descansó... Después de todo, ese es su día, ¿no?

Lo que la Biblia no dice es que el sábado a la noche, Dios pensó: "Bueno, me toca descansar, mañana es mi día. Como buen Dios que soy, quiero descansar como descansan los dioses... ¡Ya se! ¿Qué pasa si mezclo la alegría brasilera con la paz de la India, la actitud shanti (tranquilidad) y relajada con un poco de Bob Marley (y, ¿por que no?, algo de Jack Johnson)? Tiene que ser un lugar con una linda playa, donde no haga frío en ninguna parte del año y la gente tampoco tenga tanto calor; para que pueda salir en remera, pantalón corto y ojotas a comer pescado fresco en bolichitos en la playa durante las noches. Tiene que haber la gente justa para que no sea desierto pero tampoco tanta para que sea demasiada... Al borde de la playa, entre palmeras llenas de cocos, va a haber cabañitas de madera donde las olas del mar se escuchan con fuerza e inviten al sueno profundo y prolongado. Después de todo, acabo de crear el universo, me merezco un descanso divino. Bueno, voy a dejar lo mejor para el final..." - seguía pensando el Señor. Y así, mientras empezaba a dormitar, mezclándose los deseos de tranquilidad y descanso con las primeras sensaciones gratificantes de su séptimo día, entre sueños y Su divina Voluntad, creo Palolem, en Goa, camino hacia el sur de la India.

Antes que nada, gracias Dios por este lugar, esta gente, esta actitud sosegada, relajada y tranquila que nos rodea en un lugar que fue pensado para el recreo. Gracias.

Y esta entrada podría haber llevado el siguiente titulo: Goa o sobre saber regalarse un lindo descanso.

La India, entre sus muchos invasores y dominadores, tuvo a los portugueses. Los mismos portugueses que anduvieron por tierras americanas, que de a ratos dominaron Venecia, algunas islas griegas, que zarparon hacia África. Esos mismos viejos navegantes llegaron a estas tierras buscando lo que buscaban todos en esas épocas: las especias. Y llegaron y colonizaron. Llegaron y enseñaron sus costumbres y creencias. Moldearon un tipo de arquitectura, enseñaron su idioma (que luego se transformó, mezclándose con las lenguas locales, en el goano) y encontraron un lugar (porque de tontos no tienen un pelo) increíblemente lindo, cálido, parecido a su Portugal natal, donde se asentaron hasta que los echaron.

Así, los sueños del Señor se hicieron reales. Se encontraron "el papa de Brasil" con MotherIndia y de su fértil unión, nació Goa. Queda en India y ahora estoy seguro que la alegría no es solo brasilera. O si lo es, la tranquilidad sonriente es goana. Al norte de la provincia más chica de este país tan grande, llegan turistas de Europa y Rusia, buscando los precios bajos y las fiestas electrónicas. Al sur, donde queda Palolem, la movida nocturna le dio lugar a la tranquilidad del día, a la vida sana y al deporte. Acá no hay grandes festivales ni boliches con luces estrambóticas. Hay un atardecer soberbio, naranja, sobre el mar. Hay kayaks, para ver el continente con cierta perspectiva y barcos que ofrecen tours para ver delfines. Las playas de Tailandia son, sin dudas, mejores. Pero en ninguna parte puede existir una mezcla tan adictivamente atractiva entre India y Occidente.

Claro, seguimos en la India. Hay vacas en la playa (ellas también se lo merecen, ¡son sagradas!), hindúes, musulmanes y cristianos (los portugueses trajeron, entre otras cosas, su fe), gente que vende cosas en la playa pero también los limpia orejas y otros tantos especimenes de la fauna local. Las contradicciones siguen siendo evidentes, aunque diferentes (¿Acaso hay mayor contrasentido que el hecho que se vendan remeras con la cara de dos personajes principalmente: Mahatma Gandhi y el Che Guevara? Uno, quien libero a mas de mil millones de personas de los británicos, sin tirar ni un solo tiro, predicando una acción totalmente efectiva de la no violencia, sin rencor y buscando, sobre todo, la paz. El otro, quien "libero" al pueblo cubano del mal gobierno de Batista, a los tiros y ejecutando a los "burócratas burgueses" que no hubieran caído con la revolución. ¿Hace falta alguna aclaración ulterior? En fin).

Un lugar lleno de barcitos con happy hours y música tranquila, pequeños morritos llenos de vegetación (hasta en eso se parece a Brasil), una playa amplia donde, por las tardes, el mar se retira y deja mucha arena mojada, especial para jugar al futbol, al volley, a la paleta y al tejo. Claro, como si fuera un paraíso, incluso hay una librería en la playa. Palolem no podía dejar a nadie insatisfecho...

Asíque acá estamos. La rutina es tranquila y el ritmo muy lento. Entre chapuzón y caipiroshka, entre caminata, foto y alguna compra de ropa, se nos escapa el tiempo como la arena que intento a veces agarrar con la mano que me queda libre cuando leo un libro nuevo y bueno y disfruto del sol.

Y sí, el silencio invita a la meditación y el ambiente inspira. Contemplación, relajación, introspección. Compartir, charlar, reír y brindar. Básicamente, eso se resume en una palabra: Palolem, en Goa. 

Revisión de un itinerario de autoconocimiento


Nos movemos de ciudad y otra vez esta burocracia....  Acá en la India, cada vez que haces el check in en el hotel, (sea barato o caro, da igual) hay que llenar un formulario muy extenso. Nombre, número de pasaporte, nacionalidad, dirección en el país de residencia, profesión, tipo y número de visa, lugar de emisión de la visa, día de arribo a la India, de qué ciudad viene, a qué ciudad va, entre otros tantos requerimientos.

Básicamente, quieren saber quien soy. 

Pobres, si supieran... Ni que fuera tan fácil responder a esa pregunta. En realidad, es algo que a veces ni yo mismo sé.

Hay algunas preguntas que son fundamentales. No quiere decir que todos, necesariamente, tengamos que hacérnoslas de forma directa, abierta y evidente. Pero de una u otra manera, conviven en nuestro interior ciertos esbozos, intentos de respuesta, auto-diálogos inconclusos, borradores provisionales que nos dejan "responder" a esos interrogantes que alguien (¿será acaso alguna huella de nuestro Creador?) nos imprimió en la conciencia y en el corazón. Por eso, de manera transcultural, nos hicimos siempre las mismas preguntas y nos peleamos siempre por las diferentes respuestas (no siempre tan diferentes...)

Ya hablamos de la muerte el otro día, así que encaremos el asunto por otro lado. La pregunta es: "¿quién soy?"

Y lo primero en lo que pienso es:
Santiago.
Docente.
¿Filósofo? (qué agrandado... Dejémoslo entre paréntesis mejor)
Hijo, hermano, amigo, novio.
Nacido un "día del animal", allá por los 80's.
Hice tal cosa, estudie tal otra, en tal y tal lugar, conozco a tal y cual, jugué a esto y lo otro con aquél y ése (y podemos seguir poniendo un montón de pronombres relativos, posesivos, etc. en muchos otros lugares).

Listo, fin de la entrada. Respuesta respondida. A otra cosa.

Pero no. Me siento insatisfecho. Va más allá. Vuelve la pregunta, que me hace temblar, que susurra cuando me escucho decir algo que me sorprende incluso a mí mismo; que reaparece cuando de pronto me miro en el espejo y me quedo contemplando a ese (no de manera narcisista sino porque lo estoy re-conociendo); que se hace pregunta franca y directa en el silencio contemplativo que escapadas como este viaje te permiten.

"¿Quién soy?" Y en otros momentos, quizás mas pasionales: "¿quién carajo soy?"

Y ya no puedo simplemente responder rellenado los espacios vacíos del formulario de la vida: ocupación, estado civil, edad y otras yerbas. No. Claro que tiene mucho que ver con eso. Pero esta lejos de agotar las posibilidades de respuesta. Porque no se trata de responder a un "qué", sino a un "quién". ¿Quién sos?

La famosa máxima de oráculo de Delfos era "Conócete a ti mismo"... Después Píndaro, el poeta, profundizando la cuestión, sugiere: "y sé lo que eres". (Hace tiempo que vengo pensando que es un gran tatuaje, para la espalda, sobre los omóplatos, para hacerle honor al mundo griego y en ese lugar para recordar siempre a Platón, discípulo de Sócrates, amigo y maestro de Aristóteles, apodado Platón, que significa: "el de los hombros grandes". En griego quizás, así queda más exótico, "gnoske seauton". Pero bueno, en fin, esa es otra cuestión. Volvamos...).

"Conócete a ti mismo".

Gracias oráculo. El consejo está muy bien, pero se te olvido decirnos cómo. Bueno, no se olvido, en realidad, cada cual tiene su camino, su manera y su destino. No hay una receta que, exclusivamente, lleve al autoconocimiento. Cada uno es un territorio virgen donde los mapas ajenos confunden y nos pierden más que orientarnos. Podemos preguntar cómo los otros han esbozado sus mapas, mas no podemos copiar las direcciones de los demás, porque los terminaremos conociendo a ellos y no a nosotros.

Comparto, en este espacio y con la facilidad que la distancia a veces brinda para este tipo de expresiones, mi propio itinerario.

¿Quién soy?

Primer paso. Empieza un dialogo interior. Y así, me empiezo a conocer. No puedo verbalizar la respuesta de manera completa, porque (por suerte) el misterio de mi ser excede la capacidad discursiva de todo lenguaje. Lo intuyo. Intuyo una respuesta pero en el momento en que quiero reducir esa intuición a palabras, se pierde lo más sustancial. Es la diferencia entre contemplación y raciocinio. Contemplo lo que soy, no lo puedo simplemente pensar y me cuesta muchísimo poder expresarlo de manera clara y distinta. El problema de pensarlo es que lo quiero responder mecánicamente, por partes: lo desgloso, lo analizo, lo entiendo y lo junto. Es demasiado racionalista. Quizás Descartes se haya conocido a si mismo así. Ni siquiera, él mismo descubrió que como pensaba, existía (y si eso no es una intuición, acaso ¿qué es?). Si lo "pienso", no puedo salir del marco de lo que hago e hice. Entonces no soy mas que "esto", hago esto otro, estoy con alguien que hace tal otra cosa, creo esto, nací de tal y tal y pienso esto. Y si bien eso es cierto, siento que soy un poco más también. (Un dato: cuando Moisés le pregunta a Dios, a la zarza que arde, "¿quién sos?", Dios respondió: Soy el que Soy. No dijo, "soy el Creador, tu Dios, el Todopoderoso, El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". No lo "pensó", intuyo una respuesta y se reconoció siendo. Algo parecido, en momento de contemplación, nos pasa a nosotros cuando intuimos nuestra propia existencia. No somos "esto", simplemente somos).

Segundo paso. Dicho esto, dejemos la contemplación filosófica por un momento de lado y, ahora sí, hagamos justicia con Descartes: esta existencia que intuí, esta históricamente situada, en un aquí y ahora concretos, que dicho en español es "yo no seria el que soy si en vez de haber sido el primogénito de Marcela y Gustavo hubiese sido el séptimo hijo varón de Kamal y Florencia, una pareja formada por un indio y una mexicana". Conocerme a mi mismo es también hacerme cargo del universo cultural y social, familiar y personal, educativo y religioso del que provengo y en el que soy y vivo. Y esto también me identifica y me habla sobre mí mismo. Yo no seria el que soy si no hubiera tenido los padres y hermanos que tuve, si no hubiera tenido los amigos que tengo y no hubiera hecho un montón de cosas que hice. Casi sin darnos cuenta, damos el tercer paso. Así, la pregunta por la identidad me remite a mi historia y a mi pasado. Y esto no siempre es fácil ni lindo. Revisar "objetivamente" la propia historia, es imposible. La memoria en engañosa (en esto sí coincido con Descartes, los sentidos, también los internos, son tramposos) e incluso mi voluntad me invita a no querer recordar ciertas cosas. Porque duelen, sí. Pero también son lo que soy. Y si bien es doloroso, revisar la propia historia, especialmente en contacto con un "otro”, vale la pena, porque me revela a mi mismo. [En el ámbito de lo personal, ahí entro mi trabajo espiritual con los franciscanos. Ahí la figura del Hermano Walter, quien simplemente escuchó e interrogó. El trabajo lo hicimos ambos, pero lo hice mas yo, quien socraticamente tuve que dar a luz (experiencia siempre penosa aunque gratificante al final), la vida nueva de mi reconciliación. (Otra vez se nota la relación entre muerte y vida nueva...). Reconciliación que, en el marco religioso, me religo a mi Creador, el mismo que me había puesto esas semillas de dudas sobre mi propia identidad y a quien terminé encontrando al final del camino. La Alfa y la Omega después de todo, ¿no?]. El otro es importante, porque acompaña incondicionalmente, escucha, ayuda a desdramatizar. La palabra cura. Cura el alma y las lágrimas la limpian. Para saber quién soy, tengo que hacer este trabajo, por mas que sea arduo, que es el de revisar la propia historia y perdonar a quienes me lastimaron (principalmente, perdonarme). Ojo, que es un trabajo que necesita revisiones, que tiene recaídas, que es siempre un camino humano y, por tanto, naturalmente falible. No es que una vez realizado el itinerario de la revisión de la historia, las cosas se superan y ya está. Error. Son huellas que acompañan para siempre, que marcaron y están, de alguna manera, presentes en este que soy. Por eso, al reconocerlas, me estoy conociendo. Al tenerlas presente, me entiendo mejor y me respeto mas. Al tener en cuenta esa historia, entiendo porqué me afectan más algunas cosas que otras. Simplemente al conocerlas, me conozco.

"Conócete a ti mismo". En mi caso, un conocerse que consistió en, primero, revisar la historia y reconciliarme (camino siempre abierto y nunca terminado) conmigo mismo y con quienes quiero. Segundo, conocer los datos que me sitúan históricamente (ahí si tiene vigencia y valor el CV, lo que hice, con quién, dónde, cuándo, etc.). Por último, intuir mi propia existencia de forma contemplativa, en un marco de silencio, introspección y tranquilidad.

"Sé lo que eres". La historia te lleva al pasado; la intuición de la existencia, al presente. El imperativo de Píndaro, al futuro. Y lo que dijo el poeta tiene su sentido... Si me conozco, sé qué es lo que me llena de sentido. Las cosas tienen que tener un sentido "para mí" (para los psicólogos: me parece, por esto, que antes de la logoterapia, hace falta autoconocimiento). Y para eso, tengo que conocerme. Al saber quién soy, sé muy bien qué es lo que quiero y qué es lo que no. Al descubrirme, respeto mis anhelos, mis sueños, mis proyectos. Vocación viene de una palabra latina, vocare, que se traduce por llamado. Al conocerme, sé cuál es mi llamado y respondo. Y al responder, me planto firme hacia el futuro y construyo un proyecto que me llene. Sino es como jugar a un teléfono descompuesto, intentado vanamente responder a un llamado al que nunca escuché (y así, ante la duda, estudio cualquier cosa que mi familia, la sociedad o cualquiera otro que pueda mandarme, espere de mí... porque simplemente no tengo la más remota idea de qué es lo que quiero hacer con mi vida ni que es lo qué la llena de sentido).

¿Respuesta final? No la tengo y menos mal que no la sé. Quiere decir que vamos por buen camino. Porque lo que llena de sentido es también el mismo camino y saberse bien encaminado. Me respeto y me siento bien. Tengo malos momentos, ¿quién no? pero me siento en paz. Señal de una buena decisión.

¿Quien sos Santi? Soy el que soy. Y si les parece poco, reclámenle al Todopoderoso, de quien copié la mejor respuesta que existe para esta pregunta.

No todos nos hacemos estas preguntas de manera abierta y evidente. Claro que no. Pero que no queden dudas, todos necesitamos estas respuestas. No la mía, sino la propia. La respuesta más simple, se hizo la más complicada. ¿Quien soy? Esa es la cuestión...